Por: Estefanía Romero
En 1965 se publicó en Estados Unidos una entrevista que Phil Woods y Jean Louis Ginibre le hicieron a Dizzy Gillespie, uno de mis héroes, en Jazz Magazine (No. 423). Entre otros temas, se le cuestionó su postulación a la presidencia en 1964.
Dizzy, además de ser el padre del bebop, es representante de una época y un contexto. Ahorita que está de moda el discurso de odio de Donald Trump, creo que sería curioso ahondar en la mente de quien yo sí considero hubiera sido un guía interesante y valioso de las sociedades, dada su cosmovisión de igualdad, su mirada artística y su amor por el ser humano.
Aquí comparto un fragmento de la entrevista, que yo misma traduje, para compartir con ustedes.
–Dizzy Gillespie, en 1964, usted fue candidato a la presidencia de Estados Unidos. ¿Por qué?
-¡Porque Estados Unidos me necesitaba!
¿Tuvo esta idea solo o le influyeron sus amigos?
-En realidad fue un periodista de San Francisco, Ralph Gleason, quien tuvo la idea: pensaba que sería un buen presidente. Estaba de acuerdo. Así que la campaña “Dizzy for President” fue lanzada. Fue entonces cuando supe que Barry Goldwater se presentaba también, así que retiré mi candidatura y pedí a mis amigos que votaran a Lyndon B. Johnson, ¡que tenía más posibilidades de éxito que yo! De todas formas pienso que Estados Unidos necesita un presidente que tenga una visión espiritual de las cosas, desde un punto de vista puramente humanista por el bien del género humano. Este tipo de punto de vista es el más importante, a mi parecer, en un hombre de Estado. Hay que ir más allá de las divisiones para buscar la unidad.
¿Aceptaría hoy ser embajador oficioso de Estados Unidos?
Es un problema. Hablé de esto con el presidente Nixon y le dije cómo veía las cosas ahora. Como creo en la unidad del género humano no saldría de gira para lograr un beneficio, sino para tocar para la gente y con la gente. Me gustaría llevar conmigo un núcleo orquestal y utilizar en cada país a los mejores músicos locales. Estoy seguro de que podríamos encontrar buenos músicos en Timbuctú. Hoy, el jazz ya no es un fenómeno puramente americano, se ha convertido en un arte universal. Nixon me dijo que era una buena idea, pero desde entonces no tengo noticias.
Los sesenta fueron la década que siguió al éxito del bebop, pero también marcó la cúspide del movimiento hippie y del movimiento por unificación de las razas, ambos apoyados por el jazz y el rock, ya que ambos fueron estilos que comenzaron siendo interpretados por negros y, al ser adoptados por la juventud blanca de Estados Unidos, dieron pie al rechazo de la segregación y el racismo. Para la época en que se publicó la entrevista de Gillespie (1965), las subculturas del jazz estaban aminorándose, ya que los beats y los hipsters comenzaban a evolucionar hacia una nueva subcultura: los hippies.
El movimiento hippie, de acuerdo con varios autores, entre ellos José Agustín (2007), significó una homogenización de ideales alrededor del mundo: muchos jóvenes hicieron grandes protestas en contra de la guerra de Vietnam. El símbolo de “amor y paz” giraba alrededor del mundo creando una conciencia social entre los jóvenes. Además se idealizó con una sociedad fraternal en la que el amor libre se traducía en relaciones de poligamia (mal vistas por las sociedades occidentales), la expansión de la mente a través de sustancias psicoactivas (concebida como una elevación del ser, no como mero hedonismo como siempre se considera; de hecho muchos hippies se adoptaron elementos de las religiones orientales, como la meditación), y se atendió a la idea del anticonsumismo.
Cuando Dizzy comenta “Estados Unidos necesita un presidente que tenga una visión espiritual de las cosas…”, es fácil enfatizar en el carácter ideológico del cual se apropió la juventud en los años sesenta. Lástima que esa idea se murió en un fragmento de la historia, ¿o ustedes qué opinan?