Qué es Bebop y por qué Armando Cruz lo hace tan bien

La Bebop Band de Armando Cruz en uno de los proyectos más ricos que me ha tocado escuchar en los últimos días; en esta, el baterista se acompaña de Francisco Lelo de Larrea, Reinier Toledo, Jorge ‘Luri’ Molina, Diego Maroto y Cristian Mendoza.

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La Bebop Band se presentó en Horizonte Jazz,  la radiodifusora del Instituto Mexicano de la Radio (IMER), que se encuentra bajo la tremenda batuta de Germán Palomares.

Antes de ir al concierto, se me ocurrió escuchar el concierto de Dizzy Gillespie and The United Nations Orchestra, en el cual conocí un tema brasileño, Seresta, de Mamfredo Mest, el cual recordé gracias a que Oscar Zensei se le ocurrió tocarlo meses atrás justamente en el IMER. Mi acompañante me comentó que corría el riesgo de que no me gustara el concierto que iríamos a ver (el de Cruz), después de escuchar el monstruo sonoro de Dizzy. Me dio un poco de risa, porque sabía que existía esa posibilidad, pero por fortuna mi impresión fue bastante distinta.

Creo que la Bebop Band de Armando Cruz es, además de un magnífico ensamble, un gran pretexto para que las personas se acerquen un poco más al jazz en nuestro país, desde el momento en que se cuestionan qué demonios es el Bebop y por qué les gusta tanto. Usualmente prefiero que los repertorios se extiendan hacia compositores desconocidos, como Mamfredo Fest; sin embargo, podría aplaudir que Cruz recurrió a temas muy conocidos, standards clave que, al enredar y desenredar con virtuosismo, van a generar un impacto más profundo en el público que sabrá que eso ya lo escuchó, pero no de esa manera.

Desde la fila en la entrada escuché a algunas personas preguntándose qué es el Bebop, ¡nadie sabía! Entonces, aquí les explico un poco.

Para cuando iban finalizando los años 30, el Swing se convirtió en un gran negocio musical, todos los productos que se vendían iban asociados a este género, al igual que muchos clichés y usos populares de la época, en Estados Unidos. El repudio a esta situación generó, sin haberlo planeado de manera consciente, un nuevo discurso que “se formó en los cerebros y en los instrumentos de los músicos más diversos y en los lugares distintos e independientes unos de otros[…] Este nuevo estilo de jazz recibió el nombre de “bebop”, “palabra en que se refleja onomatopéyicamente el intervalo más popular de la época: la quinta disminuida descendente. Las palabras “bebop” o “rebop” se formaban por sí solas cuando se querían cantar grandes saltos melódicos” (Berendt, 1986 p. 38).

Durante los años 40, fue en Kansas City que gracias a Charlie Parker el bebop inyectó la jeringa de la novedad. Además, anuncia Gioia (2002): “Estas jam sessions (de Ben Webster, Coleman Hawkins, Benny Carter, Chuck Berry, Cab Calloway y Dizzy Gillespie) en el Minton’s y en el Monroe’s Uptown House (en Nueva York) han sido a menudo citadas como el lugar de nacimiento del bop, el lugar en el que los dispares elementos que configuraban esta música confluyeron en un estilo definible” (p. 38).

El club Minton’s, en Nueva York.

Tommy Porter, Charlie Parker, Dizzy Gillespie y John Coltrane en Birdland, el club de Nueva York nombrado así en honor a Parker, en 1951.

El bebop es el género pionero del jazz moderno, pues fue el primero en plantear un cambio de lógica sobre la evolución musical de cada tema, en tanto que propuso una incorporación descarada de las disonancias, una progresión de acordes “ilógica” (por ejemplo, era prácticamente imposible predecir lo que iba a tocar Charlie Parker), e improvisaciones basadas en combinaciones aceleradas de claves, ritmos, armonías, escalas y referencias esporádicas a la melodía principal. ¿Qué quiere decir esto? Que para hacer bebop los músicos deben tener un conocimiento absoluto de su instrumento y de las posibilidades que puede abarcar con este, para poder incorporarse a las improvisaciones de la manera más creativa y bella posible, pero siempre manteniendo el respeto por los demás músicos.

“Casi cada instrumento tiene su precursor bebop: entre los trompetistas lo es Roy Elridge, entre los pianistas Clyde Hart, entro los saxofonistas tenores Lester Young, entre los contrabajistas Jimmy Blanton, entre los bateristas Jo Jones y Dave Tough, y entre los guitarristas Charlie Christian” (Berendt, p. 39).

¿A qué voy con todo esto? Armando Cruz es un baterista que tiene el control total de su instrumento, no es nada fácil mantener un ritmo tan acelerado, darle matices y conservar las ideas. Es de reconocer que aunque está al frente de su banda, al igual que los grandes músicos, le da el espacio pertinente a los demás instrumentos para que desdoblen sus propuestas y puedan jugar entre ellas.

Más allá, Reinier Toledo tiene una personalidad como ejecutante bastante particular; podría decir que su trombón se acerca al sonido terciopelo de la trompeta, sin dejar suelta la plétora que pestañea el alma de un gran artista en cada cifra que va soltando. Es magnífico.

En fin, creo que todos los músicos de este ensamble demostraron tener grandes conocimientos y habilidades musicales, así como una conexión bastante fuerte con su instrumento y con las ideas de cada tema.

Sin embargo, me dio la impresión de que el tiempo de radio pudo haber limitado un poco sus posibilidades en cuanto a repertorio y, quizás, a improvisación; pero creo que un concierto de jazz en el que ves niños bailando (las personas más sensatas de la sala) y melómanos eufóricos gracias al bebop, es tremendamente significativo; sobre todo para una cultura en la que erróneamente se acostumbra creer que para generar diversión se necesita entretenimiento vulgar y estúpido.

Bibliografía:

BERENDT, Joachim E., El jazz: De Nueva Orleans al Jazz Rock, Fondo de Cultura Económica, México, 1986.

GIOIA, Ted, Historia del jazz. Fondo de Cultura Económica, España, 2002.

Foto: 

Miguel Almaguer