La Casa de Agua se reunió después de veinte años de haber cerrado sus fauces. Sus integrantes: Gabriel González (bajo), Sergio Galván (sax alto), Diego Maroto (sax tenor), Francisco Lelo De Larrea (guitarra) y Armando Cruz (batería).
Con el alma de un bar neoyorquino, Parker & Lenox prendió sus luces eclécticas que rememoran el infierno. Nos sorprendió la sensación sónica de estar encapsulados en un viaje psicótico: Esta fusión pesada de jazz funk, bebop, rock progresivo e intercambios free jazzísticos, se descifra a través del groove oscuro que dominó en los años 60 y desapareció por mucho tiempo de nuestros horizontes.
Tales tejidos sonoros habrían de ser aplaudidos por cualquier director; La Casa de Agua no sólo explora las posibilidades de cada instrumento, sino que también logra hacerlo de manera simultánea sin atropellar los aportes individuales: bochazos perfectos de un instrumento al lado del otro y del otro y del otro… Además, es de aplaudir el sentido que le dan a sus temas, a manera de un buen rock progresivo, con transiciones estéticas y orgánicas.
El sax tenor de Diego Maroto parecía un pulpo de tres mil brazos, que acariciaba por aquí y por allá, a veces de manera delicada, otras a manera de monstruo desesperado. Me recordó en varios momentos a Ornette Coleman. Gabriel González es un gran bajista, por su versatilidad en técnica y ese Groove que no todos los bajistas logran, sobre todo cuando el espesor de la música está trazado también por los demás instrumentos.
Las aportaciones del sax alto me parecieron los momentos más elevados del concierto, es inexplicable el alcance armónico tan amplio que tiene Sergio Galván. Sus sonidos eran una segunda melodía caótica, hermosa. En el free jazz se tiende a tocar lo que está por fuera y volver, como en un mecanismo sístole diástole en el que el corazón es la estructura de lo que se está comunicando; sin embargo, Sergio estuvo todo el tiempo dentro de ese músculo comulgando con las bondades de su interior, mostrando la flexibilidad que tiene adentro de sí mismo. Esto es padrísimo porque no sólo demuestra que la música compleja también es accesible, sino porque utilizó su amplio conocimiento para subrayar que cuando eres un buen músico no necesitas tirar gritos de tu instrumento para llamar la atención, sino simplemente hacerlo bien.
Armando Cruz me impresionó una vez más. El engranaje de ritmos, su energía, y la manera en que se acopla al sentido de cada concierto, son increíbles. Sobre La Casa de Agua puedo decir que cuando tienes una banda de rock influenciada por bebop sólo pueden esperarse resultados interesantes y valiosos.
Los tintes progresivos, sobre todo a manos de la guitarra, fueron interesantes, pero sólo en sí mismos. Creo que, en comparación a la maquinaria con la que iban fluyendo, los aportes de Francisco fueron la parte más mecánica del ensamble. Es posible tener un conocimiento muy amplio de tu instrumento y aportar de manera versátil con este, pero cuando no existe una comunión tan profunda con lo que están haciendo los demás músicos, se percibe una suerte de desequilibrio y me parece que esto sucedió en algunos momentos del concierto.
En fin, aplaudo las composiciones Diego Maroto, Gabriel González y Armando Cruz. Disfruté muchísimo que en todo momento se tendiera a la exageración de distintas técnicas jazzísticas por la misma lógica de cada estructura.
Cerca del final se agregó un trombón a jammear con sonidos de franela sobre aquel arsenal; lo cual añadió una gracia encantadora a esta presentación.
Armando me platicó que algunos de los miembros de este ensamble se conocen desde niños, lo cual explicaría la conexión extramusical que existe hacia la profundidad que generan bajo esa manta de desafíos musicales provenientes de cada espíritu reunido por acá.
Te recomiendo muchísimo que vayas a su próximo encuentro. Por allá nos vemos.
*Gracias y saludos especiales a David Valles por compartir sus fotografías para esta nota, excepto las de Armando Cruz y la última.