Flint, de Bill Laurance, y de por qué trasciende un disco de jazz (o no)

De algún escenario perdido fuera de nuestros alcances se contrapuntea un piano jazzístico, con una percusión y violines que oscilan entre las eras creativas de la humanidad, caminan y se posan lentamente sobre un sonido electrónico. De ahí otros murmureos estilísticos de instrumentos distintos se van acercando a la fiesta sónica de la primera canción de Flint.

Desde hace años muchos compañeros y amigos músicos se acercan a mí buscando mi sincera opinión sobre su trabajo, lo cual agradezco y me parece fantástico. Debo decir que esta ha sido una tarea que ha abierto bastante mis horizontes frente a lo que decido consumir y el por qué lo hago. Sin embargo, ha sido muy difícil para mí escribir exclusivamente sobre algún álbum en particular, sobre todo basándome en la pregunta ¿qué amerita comenzar una discusión sobre lo que esta persona o ensamble están presentando?

Hace unos meses cierto conocido me obsequió el disco de su banda, “escúchalo y cualquier opinión es bienvenida”, me dijo. Lo escuché unas 30 veces y mi opinión fue: está lindo. Sin embargo, cuando me pide que lo reseñe seriamente mi respuesta fue un necesario: no puedo porque no hay propuesta. Y esto me lleva a la reflexión que suelo presentarle a todos los músicos que admiro: ¿qué me hará escuchar tu música? ¿por qué habré de elegir tu disco por encima del de un John Coltrane o de un Ravi Shankar o de un Avishai Cohen?

El mismo amigo me dice “es que es la lógica del jazz hacer lo que ya se hizo con distintas interpretaciones”. ¡Por supuesto! Sin embargo, Summertime se escucha infinitamente distinta cuando se trata de alguno de los héroes que marcaron algún periodo en el jazz. Sin mencionar que la mayoría de estos hicieron, además, sus propias composiciones en algún punto.

En fin, aquí no se trata de discutir en particular si se trata de composición, arreglo o improvisación. El punto es la personalidad del tejido que construye la obra de arte. Y debo insistir en un punto: no se trata de que a mí me guste o no. Se trata de que cualquier disco que llegue a sonar como todo lo que ya se hizo en otra época está necesariamente destinado al olvido.

Creo que Flint es un gran ejemplo de un álbum con personalidad. Este disco es un monstruo maravilloso. Para empezar, sus composiciones son coherentes, inteligentes, cada tema tiene un destino específico, pero eso no evita que, a su vez, cada uno te muestre infinidad de escenarios en movimiento constante. Flint (2014) es el primer disco de Bill Laurance, conocido por su trabajo como pianista original de Snarky Puppy. Esto me parece fantástico porque, a pesar de las aportaciones que este artista ha hecho a dicha banda, que ya está marcada como una de las mejores en la historia del jazz, el proyecto de Laurance suena a él. Me he topado con unos tres ensambles que son el refrito del refrito de Snarky Puppy, ¿y qué si suenan bien? Eso ya lo hizo alguien más. Uno no puede descubrir la teoría de la relatividad dos veces.

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Foto tomada de: jazzjournal.co.uk/magazine/908/review-bill-laurance-project-gateshead

Flint es un disco emocionante, tiene la capacidad de estirar tus emociones, enredarlas, hacerlas caminar, descansar, y volver al recorrido. Laurance crea ritmos que cambian balanceándose entre posibilidades; a veces estás girando en una samba y de repente aterrizas en un violín clásico que despierta a un piano que habla con una voz bajo el agua; pasas por bossa nova, la sutilidad de un lento jazz europeo te sirve de puente a una fiesta pianística que demuestra la ejecución prodigiosa de este joven virtuoso.

Si te fijas a detalle, lograrás escuchar una pirámide etérea construida de jazz, música minimalista, hip hop, reggae, arreglos ochenteros, y otros que parecen arrancados de selvas oscuras atrapadas en un sintetizador; funk, launge, vals, incluso detalles que recuerdan ligeramente al pop de los años noventa… esto y más en este brillante álbum.

Pero, insisto, lo que definitivamente determina la grandeza de este disco es que a pesar de mostrar claramente la influencia multicromática del artista, es evidente la proyección de un estilo propio. Yo no puedo dejar de escucharlo y estoy segura de que ustedes tampoco podrán.

Gracias al querido guitarrista Juan Carrizo por mostrármelo.

¡A escuchar!