Pavel Loaria Jazz Trío: Los tres hilos de oro

Viví la experiencia del Pavel Loaria Jazz, cuando este cerró la una de las jornadas del Festival de Jazz ESM, y en otros conciertos esporádicos. Lo cual me hizo revisar una y otra vez apuntes sobre lo que logré observar. Aquí está el resultado.

De entrada, he notado a lo largo de mi experiencia cercana a distintos músicos, que el improvisador y el compositor no necesariamente pertenecen a una misma naturaleza. Muchos jazzman de hoy intentan componer y el resultado es un tanto confuso. Por dar un gran ejemplo, Paquito D’Rivera, uno de nuestros héroes del latin jazz, es un gran improvisador, pero sus piezas compuestas parecen carecer de sentido (ver mi reseña crítica: Paquito D’Rivera).

Menciono esto porque a pesar de que el repertorio común del trío de Loaria recurre a la tradición, también se aventuraron a mostrar una de sus composiciones: “Cuatro para Tres”. Sobre esta, debo decir que me pareció una especie de medusa fantástica, empujada por sus propias contracciones; o, en otras palabras, música creativa y organizada. La cabeza era el sentido de la canción, dotada de algún misticismo perteneciente a otro espacio de nuestra conciencia; las células de sus tentáculos fueron los distintos valores, ritmos, timbres, que cada músico añadió a la pieza. La medusa caminó a lo largo de cuatro estaciones, cuatro tiempos distintos. Se trata de un tema original del Pavel Loaria Jazz Trío, con distintos espectros, variaciones emotivas, y una profundidad que pocos artistas jóvenes logran tocar.

A lo largo de algunas ejecuciones del saxofón barítono de Pavel, noté que existían intenciones más bien naturales en los instrumentos de cuerda. Fue un gusto corroborarlo cuando el mismo maestro mencionó que la idea de utilizar tal aliento era emular la función de un contrabajo. Pero no es todo el tiempo así; y debo aplaudir la capacidad policromática de este gran músico. Exprimir timbres distintos de un instrumento, darles el mejor uso, y no tener la necesidad de acudir a desarrollos exagerados, es parte de lo que dan una gran identidad a este artista.

Me dio gusto ver por fin un poco de atrevimiento: no recurrir a los repertorios de toda la vida, a veces descansar de Autumn Leaves, Summertime y los boleros (como ha dicho el mismo Pavel) es bueno para este país.

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Debo añadir que este trío es una rareza: sumemos la batería de Martín Urquidi y la guitarra de Luis Piña. Se trata de un buen ejemplo de cómo funciona el jazz madre, pues alcanza una articulación natural de su manifestación como ensamble, lo cual debería ocurrir en cualquier reunión de músicos: buena comunicación. Las piezas que eligen son ejecutadas con una fineza de texturas, muy elegantes, no necesitan caer en exageraciones inútiles para obtener atención. Cada músico acá es un hilo de oro que teje su sonido al de sus acompañantes. Es un gran trabajo el que realizan.

Les gusta mucho moverse alrededor de dixieland, ciertamente, lo elaboran más que el acostumbrado. Es encantador escuchar música compleja que aparenta sencillez. La batería, casi invisible, se encarga de mantener las formas redondas de las piezas, aun con las flexiones rítmicas que coloca con sutileza.

La guitarra eléctrica también hace un gran trabajo, bailando todo el tiempo entre intervalos, a veces emulando el jazz manouge, de manera casi imperceptible; otras haciéndola de walking bass; y muchas más entonando la música de la tradición, con el agregado de una personalidad nueva e interesante.

En fin, creo que escuchar este proyecto es una gran oportunidad para salirnos de los moldes, disfrutar y comprender qué es lo que el verdadero jazz significa: belleza y originalidad.