Por: Estefanía Romero
Hace una semana visité el Festival Internacional JazzUV, a sabiendas de que me iba a topar con música de la más alta calidad, pero la verdad es que me llevé muchas sorpresas.
Al ser de Xalapa, yo he conocido muchas de sus facetas frente al jazz y sé perfectamente que la historia de esta ciudad la convierte en un nicho particular del movimiento de este género a nivel mundial; sin embargo, noté una especie de madurez y sentí una fortaleza que no había apreciado años atrás. El trabajo que JazzUV ha construido durante los años de su corta existencia, muestra una maquinaria singular, en la que trabajan verdaderos artistas mexicanos e internacionales. Es un orgullo saber que existe en nuestro país, un lugar que comprende la importancia del jazz, sin tener que maquillarlo de Televisa, de boleros y de Amy Winehouse, bajo la creencia barata de que así se consigue más público… lo cual tal vez sea cierto, pero lejos de sumarle a la cultura del jazz en México, le resta muchísimo.
En fin, les traigo una semblanza general de lo que yo alcancé a ver durante el viernes y sábado de clausura del Festival; y una invitación gigante a que visiten la siguiente edición de este esfuerzo extraordinario.
Donald Harrison Jr.: The Big Chief
El profesor, compositor, multiinstrumentista, reconocido por su manejo a la perfección del saxofón, en todos los lenguajes del jazz; y también popular por haber influido en la serie Treme, de HBO.
Este personaje -también llamado Big Chief Donald Harrison of Congo Nation, por su larga Carrera en el jazz, y por ser hijo de Donald Harrison Sr., un músico legendario de Nueva Orleans, conocido como el Big Chief (“Gran Jefe”) de diferentes tribus en la región cuna del jazz-, tuvo varias apariciones a lo largo del Festival.
Harrison dibuja en sus lienzos música de Nueva Orleans, con bebop, swing… y se involucra con la música moderna. Ha trabajado con artistas de culto como Art Blakey, y con jóvenes que están dando un nuevo giro al jazz, como Christian Scott. Así, The Big Chief demuestra una y otra vez que la fusión real se crea a partir del estudio, desde donde nace la pureza creativa y, con ello, las verdaderas aportaciones artísticas.
Al llegar a Xalapa, me fui directo al Concierto de Donald Harrison con la Orquesta Sinfónica de Xalapa. ¿Existe alguna relación entre la música clásica y el jazz? Fue la pregunta que se planteó al inicio de la velada. De hecho, el director de la orquesta citó a Leonard Bernstein, uno de los principales culpables en lograr que el jazz y la música clásica comenzaran a relacionarse.
Bernstein, debo subrayar, ha sido el único músico/compositor/director que he visto dar una definición concreta, inteligente y real de lo que es jazz, sin perderse en nociones subjetivas sobre la libertad y otros adjetivos idílicos con los que nos encanta poetizar el género que tanto amamos; no es que esté mal, pero sí es que el ser humano necesita saber lo que hace para poder comprenderlo, enseñarlo y mejorarlo… en el futuro les compartiré un artículo al respecto.
El punto relevante por ahora es que Bernstein, junto con Duke Ellington, fueron los grandes héroes que en una época de segregación y racismo, lograron que el público y los críticos comprendieran que el jazz es mucho más que una queja de esclavos: es una música culta, es un arte y Louis Armstrong está al nivel de los grandes compositores de la historia. Nada de esto no se mencionó en el concierto, pero es la idea clave sobre la que fue realizado y es importante estar conscientes de ello. Yo lo pensé, lo dudé, se lo pregunté a Donald y este lo confirmó.
Este concierto fue, además, una especie de apología a la composición del siglo XX, por las estructuras musicales que se abordaron. Me dio mucho gusto, pues otra cosa que ha logrado una suerte de prostitución musical al presente es que ya no existe una oferta real: al público del jazz y de la música clásica se le da siempre pan con lo mismo. Qué suerte que esta ocasión se recordó que el siglo XX también existe en la historia de las orquestas y es, de hecho, una era muy importante.
La primera mitad de la velada comenzó con Shostakovich; y una adaptación para orquesta que Donald Harrison hizo de los arreglos de Duke Ellington a El Cascanueces, para una banda de jazz.
De entrada, qué lindo es escuchar instrumentos afinados. Usted podrá llamarme Ogro Malintencionado, pero la verdad es que hay un problema genérico de desafinación y colocaciones fuera de todo en varios ensambles que me ha tocado escuchar. En fin, la OSX supo subirse a las ideas de Ellington, todavía moldeadas por Donald Harrison, quien aprovechó todas las posibilidades de una orquesta, al bordar figuras con todos los colores, tonos e instrumentos posibles.
Es curioso, pues la Suite de Jazz de Shostakovich no suena a jazz, pero ya significaba una oda al género, por parte de los compositores cultos de la época. El concierto despegó con un sonido serio y conservador que, poco a poco fue integrando armonías de jazz.
De hecho, el salto hacia las progresiones jazzísticas comenzó con Vals de las flores de El Cascanueces. Este me antojó como la representación de un duelo masculino femenino, en la que el plano de jazz apareció como atrevido, galante, lúdico; mientras la orquesta flirteó con una dulzura que camina entre el coqueteo, lo íntimo y la ingenuidad. Hacia el final de la pieza resplandeció la sinfónica completa: se concretó el idilio.
Más adelante, La Danza del Hada de Azúcar, que Ellington llama en su disco Sugar Rum Cherry, fue un juego muy interesante de sonidos y sensaciones: Podías ver un hada brincando hacia distintas fracciones de los instrumentos en la orquesta, y haciéndolos cantar como si estos estuvieran bajo sus poderes.
El final de este primer segmento se completo con una pieza totalmente transformada al jazz. Fue con esta gran metáfora que Donald Harrison logró transmitir su perspectiva: finalmente no importa si es música clásica, o si es jazz… todo es música y los lenguajes dentro de esta masa artística pueden mezclarse. Yo quisiera agregar que sólo los grandes compositores y arreglistas logran abordar dos géneros tan distintos para crear un tercer producto que suene de manera orgánica, como si no fuese una mezcla forzada. Tal y como lo hicieron Bernstein y Ellington en su momento.
La segunda parte de este concierto abrió con una balada para orquesta del compositor xalapeño Tonatiuh Vázquez Vilchis que, al parecer, gustó mucho al público.
Más adelante integraron al Quinteto de Donald Harrison en una pieza de estructura súper interesante. La mejor parte de la noche. Se trató de una especie de marcha con fragmentos de polka atravesados y suspiros flamencoides. La primera nota de Harrison fue dinamita en slow motion.
Lo notable de este concierto es que la banda de jazz se incorporó muy bien a la orquesta. El sonido estaba muy bien ecualizado y los músicos de jazz tenían la energía suficiente para no dejarse cubrir por el monstruo que implica todo el aparato de una sinfónica completa. Increíble, pero esto algunas veces no se logra, como en el concierto que dio mi amado Paquito D’Rivera con Carlos Miguel Prieto, que fue una pena.
Volviendo al caso de la OSX con Donald Harrison Quintet, cada inserción de la banda era muy sutil, pero a la vez compleja: es encantador ver a tocar a los músicos por amor y no por que tengan algo que probar. Esta música narró historias. Encontramos bebop acariciando el alma de Ravel. La conclusión fue un aplauso al jazz de Nueva Orleans, con los solos largos e interesantes sobre el sonido de la banda completa.
El solo de Donald Harrison incorporó bebop, jatin jazz, aterrizó en una balada que se convirtió en Misty… quizás el Misty más explorado melódicamente que me haya tocado escuchar.
Las Jam Sessions: Los músicos están vivos
Esta nueva ola de estudiantes en JazzUV me pareció muy interesante. En el pasado fui a muchas reuniones en las que se improvisa por gusto, es una especie de tradición entre los jóvenes de Xalapa, dado que lo estudiantes de música son muchos y tienen un nivel excepcional. Pero, esta vez vi algo nuevo: vi más seriedad, vi el resultado de estudios profundos y bien pensados, vi las ganas de juntarse por la música y no por la fiesta, vi la exploración desesperada por sentir y por transmitir ideas: vi jóvenes músicos vivos, creativos y conscientes de lo que hacen y proyectan. Debo admitir: ¡fue muy emocionante!
Su capacidad para integrarse, para dialogar: la música es la lluvia tormentosa que mueve sus manos, sus pies, para completar el ciclo de la vida en un standard tomado de John Coltrane, Charlie Parker, Charles Mingus u Ornette Coleman.
El público cantando los riffs conocidos… el sueño de cualquier amante del jazz que ande perdido con su amor loco e incomprendido. Xalapa es una gran ciudad del jazz y estoy muy orgullosa de los músicos que la habitan.
Master Class de Donald Harrison
De esta espectacular sesión tomé los aprendizajes más importantes que nos deja Harrison, el educador. Estas son mis paráfrasis traducidas de cada uno de los temas:
- “Start thinking.” Comienza a pensar. La música se estudia, se piensa, se procesa y, entonces, se transmite.
- “Listen enough.” Debes escuchar la música en la historia, no puedes hablar el lenguaje de Charlie Parker si no lo conoces a fondo, con atención, durante años.
- “Who? How? When? Where? Why?… “Understanding the language into a different direction means innovation.” Quién, cómo, cuándo, dónde y por qué, son las preguntas que tienes que hacerte sobre la música que te importa. De esa forma comprendes el lenguaje desde todas sus aristas. Comprender hacia una nueva dirección significa innovación.
- “Learn the best you can and then go to play with the masters”. Aprende lo mejor que puedas y, luego, ve a tocar con los maestros.
- “Put some rhythm into the same thing and it sounds different.” Ponle ritmo a la misma cosa y sonará diferente. Ponle tu personalidad a lo que han hecho los grandes de la historia y habrás creado algo.
- “Learn to follow instructions.” Aprende a seguir instrucciones, pues cuando llegue un director a armar un ensamble, el trabajo será fácil y preciso.
- “We all have a different voice, but we all speak the same language.” Todos tenemos una voz diferente, pero todos hablamos el mismo idioma. Respeta tu voz: no imites, aprende las reglas y… juega.
- “Understand and the help people.” Entiende y, después, ayuda a las personas. Aprendes no sólo para ti, sino también para transmitir aprendizaje y ayudar a otros a crecer.
- Aprende cómo tocan otros instrumentos, eso te ayudará a tocar con ellos. Escucha a los otros instrumentos, explóralos, así sabrás cómo desenvolverte cuando estés en un ensamble, y reconocerás qué es lo que necesitas pedirle a los otros músicos para lograr un gran proyecto.
- Cuando tocas y lo haces bien, generas felicidad, es entonces cuando comienzas a ser necesario.
Roberto Sánchez-Picasso: Más allá del jazz
Canción del fin de un amor: primera pieza. La introducción de Roberto con una guitarra que recordó los cantos religiosos que impregnaron al jazz de un misticismo especial durante la época en que el género se estaba gestando. Pronto se sumó una batería, el resultado de esta fórmula generó que dos instrumentos fueran suficiente como para olvidar que hasta ese momento no estábamos frente a una banda.
Renato Domínguez, debo decir, es un baterista muy preciso, muy rápido, la flexibilidad de sus sonidos me entusiasmó bastante, pues se puede hablar de un gran estudioso del jazz y sus facetas.
Pronto se integró el resto de la banda. Hubo un juego de volúmenes, muy agradable, pues aunque todos estuvieron en acción, había momentos en que el protagonismo era cedido de manera perceptible. El piano de Francisco Cruz, por ejemplo, estaba casi siempre presente, pero muy bien dosificado.
Los solos de bajo de Aldemar Valentín extraían melodías extrañas. ¡El riesgo bien abordado es siempre encantador, es jazz!
Hubo espacios en los que se recordó mucho a África a través de las formas percutivas de Renato. Todas las piezas tuvieron entradas muy elaboradas e interesantes, y todas creaban historias que devenían en plétoras sónicas hacia grandes finales.
El sonido de este ensamble brilla por la honestidad. Son creativos, son virtuosos, responden a lo que ellos mismos aman, pero saben comunicarlo y, nunca, pero nunca, caen en fórmulas repetitivas o en standards conocidos para intentar que el público los comprenda; sino que la audiencia los absorbe y ama por lo que hacen en sí mismos.
El final de este concierto me gustó mucho porque la guitarra encontró un espacio extraño, un lugarcillo en el que quizás se acarician el free jazz y el rock progresivo… en el que quizás existe algo más allá con un sentido propio. En fin, ¡fue un concierto espectacular!
Donald Harrison Quintet: La clausura
Nouveau Swing es el concepto que definiría este concierto. Nouveau Swing es el nombre de una canción que Harrison compuso y por la que se le ha llamado varias veces “El Rey del Nuevo Swing”. El swing de hoy, al parecer, tiene el jazz de todas las eras y muchísimo de una rapidez elegante, limpia, extraída del bebop. Es fantástico ver a músicos experimentados crear una propuesta: conocer el lenguaje para seguir edificando.
El Quinteto de Donald Harrison recorrió la historia del jazz en un concierto: swing, funk, free jazz, bebop, todos unidos; la maestría que se necesita para abarcar ejecuciones de este tipo van más allá de años de estudiar, comprender y hablar un mismo lenguaje. Extraordinarios, sería la palabra.
Rafael Alcalá y Tim Mayer subieron a compartir lugar con el Quinteto. En este momento se le dio prioridad a sus solos correspondientes. Mayer, como siempre, un maestro del saxofón, esta vez con un soprano. Alcalá, sorprendente por su sonido agresivo, oscuro, enérgico pero reservado, impregnado de disonancias y cosquillas de ragtime; imponente, preciso y con una personalidad bastante bien dibujada. Cerraron con un gran solo de contrabajo a manos de Jasen Weaver y la unión precisa del encuentro con todos los instrumentos.
Más adelante volvieron al quinteto original. Nos aventaron a un funk súper elaborado, lleno de texturas, que caminó hacia un smooth jazz ensalzado del saxofón bebopero de Harrison; y nos pasearon por el blues de la guitarra de Detroit Brooks.
Sacaron un latin jazz bajo la manga, con tumbaos tremendos de Zaccai Curtis. Volvieron al funk y Donald Harrison se aventó un scat a dueto con la batería, seguidos de un solo mordaz en la batería de Darryl Staves. Una cosa es cierta: cuando los maestros suenan, no hay palabras para abarcar el cúmulo de conocimiento que exploran con sus manos artistas.
Gentiane MG Trío
Piano se inserta al silencio con coqueteo borrascoso. Batería y Contrabajo entran en escena para perseguirlo. Una nube de nostalgia y oscuridad crece. El piano tiene pequeñas inflexiones hacia la caída, hacia el vacío.
La música se cuelga como una memoria dividida en tres espacios: la visión, el sentimiento, el olor: todo es sueño que camina despacio hacia una colina. Acelera el paso en proporción a la inclinación de su destino empinado. Al llegar a la cúspide el recuerdo ya está gritando.
Así fue el primer tema.
Es curioso que los canadienses tengan un estereotipo positivo: el de la amabilidad exagerada. Tras escuchar a Gentiane, comprendí que su música tiene tres facetas, sumamente encadenadas unas a las otras: 1. sus composiciones abrazan una lógica armónica difícil de asociar con algo ya conocido, son un reto para quien no acostumbra tener aventuras sónicas, lo cual es fantástico. 2. Todas llevan una sensación de oscuridad, de noche, de vigilia; y 3. Son amables.
En todo momento hay tres protagonistas, cada instrumento viaja con un sentido distinto, sin perder el control de los otros dos, es como si en realidad se tratase de tres melodías –rarísimas- enlazadas, son un reto para la atención y la inteligencia del público, eso es claro. Hay muchos oleajes de intensidades que se van contrapunteando, la energía es absoluta y todo el tiempo se mantiene bajo control. Podría decir que se trata de un bebop canadiense, pero estoy segura de que es otra cosa.
Gentiane juega con disonancias esporádicas en el piano. Una de sus piezas se llama Wonderland y la retomo en particular porque el título es una buena representación del trabajo de este trío: nos abren las puertas a un mundo inexplorado y maravilloso.
Cuando llegó el solo de batería, estaba tan conectado que pareció ser más melodía que ritmo, hasta que, en crescendo, se convirtió en un monstruo que tenía que gritar a golpes.
La última parte del concierto se devolvió un poco a la tradición europea. Algo notable fue un momento del piano, me pareció que tocó minitumbaos con una rítmica y una intención tan distintas a las del latin jazz que no estoy segura de qué tan consciente pudo haber estado ella de lo que creó, pero fue muy especial.
Festival Internacional JazzUV
Buenísima organización, los conciertos se dieron en foros y horarios distintos: Podías ir a la Casa del Lago y tomar un café durante las master classes, o ir por la noche a los conciertos del Teatro del Estado; o darte la vuelta a las instalaciones de JazzUV a escuchar el jam de los estudiantes y maestros, totalmente casual.
Zaccai Curtis en su clase maestra, enseñando a niños y jóvenes cómo potenciar sus conocimientos musicales, encantó a la audiencia.
La semana estuvo cubierta por más artistas de alto nivel. Aparecieron: Victor Mendoza, amigo histórico del jazz que se hace en Xalapa; Marta Gómez, ganadora del Grammy, y su Quinteto (Andrés Rotmistrovsky, Manu Sija, Nicolás Echeverría y Alberto Ojeda); Mike Dease Quintet (Mike Dease, Luther Allison, Oscar Terán, Tim Mayer y Zaccai Curtis), Edgar Dorantes Trío (Edgar Dorantes, Emiliano Coronel y Vladimir Coronel), Luther Allison, Abraham Díaz y Tétragon, The New NIU Jazz Ensemble, Zenda, Henry Cole. Rodrigo Villanueva, Big Band JazzUV, César Secundino, Jazz House Collective, el Ensamble de la Escuela Superior de Música del INBA, Adal Pérez Cuarteto, y el Alex Mercado Trío (Israel Cupich y Gabriel Puentes).
Se realizaron los conversatorios: “Las raíces compartidas de Nueva Orleans, Veracruz y la Habana”, con Donald Harrison, Ramón Gutiérrez, Guillermo Cuevas, Ned Sublette y Rafael Alcalá, como moderador; e “Historia, música y teatro a propósito de The American Slave Coast”, a cargo de Constance Sublette, Ned Sublette, Luis Mario Moncada, Edgar Dorantes, y Diego Salas, como moderador.
Se puso en escena “The American Slave Coast”, de Constance y Ned Sublette, con una adaptación de LEGOM, música del Donald Harrison Quintet.y la dirección de Luis Mario Moncada.
El sonido estuvo muy cuidado en todos los conciertos. Aplausos a los ingenieros de sonido y a los músicos por cuidar el elemento de ecualización, eso significa que les importa su trabajo y brindar lo mejor de él al público.
Felicito a los organizadores, a todo el engranaje que conforma JazzUV, a los músicos y a los alumnos por demostrar que el profesionalismo en la música existe: que el jazz es respetado y enaltecido como amerita este gran producto de la creatividad humana. Excelente trabajo.
En suma, sólo hay una manera de cerrar este artículo y es citando al maestro Donald Harrison: Xalapa es “Great food, great people… and a great Jazz Festival!”
*Debo agradecer a Arturo Radiofilia, a Ángel Ramírez y a Román Romero, por apoyarme con la cobertura de algunos conciertos y las clases a las que yo no pude asistir. Podrás ver el material visual y audiovisual de lo que sucedió durante todo el Festival Internacional JazzUV en las galerías que estaremos compartiendo los días siguientes.