TAMBOLERO LAB: Discursos sonoros

Por: Estefanía Romero

“… en la improvisación del cielo, vuelan los ángeles en el latín augusto de Roma con las trompetas libérrimas, lentísimas, en un acorde ya sin tiempo.” Gonzalo Rojas (1977), Latin y Jazz.

“… there is no melody, just notes, a myriad tiny tremors. The notes know no rest, an inflexible order gives birth to them and then destroys them, without even giving them time to recuperate and exist for themselves…. I would like to hole them back, but I know that, if I succeeded in stopping one, it would only remain between my fingers, only as a raffish languishing sound.” Jean Paul Sartre (1938), Nausea.

“…angelheaded hipsters burning for the ancient heavenly to the starry dynamo in the machinery of night, who poverty and tatters and hollow-eyed and high sat up smoking in the supernatural darkness of cold-water flats floating across the tops of cities contemplating jazz.” Allen Ginsberg (2007), Howl.

 
Crédito de fotografía: Alexis Granados.
 

I. Intro-ritual ¨Canon¨, de Charles Mingus

Voces de hombres y mujeres contrapunteadas, sin un ritmo definido, caminan en el círculo que dibujaron las espaldas del público. Unas sonajas con sonidos gruesos, delgados, van haciendo presencia. Los platillos lanzan un saludo.

Cinco artistas se mueven, como líneas de agua entre los que escuchan. Se sientan en el núcleo del círculo. Cuatro baterías, unas congas, las percusiones desbordan como flores en cada espacio vacío.

Golpecitos tribales dibujan poco a poco una estructura. La oscuridad se adorna con las lámparas esparcidas por el piso, como estrellas de la tierra. Una samba oscura rodeada de caníbales se asoma riendo exitosa.

En un pestañeo el suelo desaparece y caemos hacía el vacío, paralelos a la lluvia percutiva. De repente, vuelve el orden en una marcha acelerada, estridente. Unos agudos salpicados en orden demandan atención. La marcha se apresura aún más. Cada percusionista saborea sus intervalos.

Los pianitos jalan la intensidad hacia un nuevo giro. Cada voz tiene un color distinto que se ensancha y adelgaza en la respiración de los tres mil pasos. El ensamble desarrolla ¨Red Socks Dance¨, del percusionista suizo Pierre Favre.

Los guerreros caminan por la noche. El verde palpita. Los animales se asoman curiosos: unos dulces, otros venenosos. Alguien anuncia el peligro. El orden se encierra en pasos de talones azotados.

Foto de ensayos.

II. ¨Conversación de aves¨, de Pierre Favre

Unas flautillas tiñen el amanecer: las aves despiertan.

Aullidos, crujidos, aleteos. La conversación del bosque hacia la entrada del sol.

Las mujeres se estiran. Sonidos secos, delgadísimos, amontonados, rápidos; y, al final, un platillo trepidante anuncia el final del sueño.

Algunas gotas caen, otras víboras cascabelean. El laberinto abre sus ojos y sus pupilas te tragan: la engullida es ruidosa.

El camino entre los senderos comienza… una comezón desmedida invade la piel de los guerreros: corren, se desvisten, se sacuden los cabellos y los pies. Se parece a la desesperación de la vida cotidiana y la comezón se encierra en la cabeza y las desgarraduras se cuelan hacia la piel.

El desmayo.

Es tiempo de reemprender el camino. Los guerreros se organizan, cargan sus cosas. Por allá van los niños, lo sabemos porque suenan a dulce. Las mujeres se escuchan pesadas, como sus caderas abultadas.

¡Gritos! ¡Gritos! ¡Nos matan! ¡Nos matan! ¿Qué pasa? ¿Qué pasa?

Foto de ensayos.

III. ¨Malinké a 5¨, de Milo Tamez

Es una canción y danza africana compuesta por elementos de la tradición musical de los mandinga de Guinea. Miguel Soto utiliza sus talones y coros para matizar y robarse todos los sonidos posibles de su instrumento.

Aparecen coqueteos de sabores caribeños con las melodías de campanas y dundunes de Alexis Granados.. La danza tribal persiste sobre una frase rítmica de 12/4 en las baterías de Santiago Juárez y Fernando Barrios, y un contrapunto polirrítmico en 11/8 en la batería de Milo Tamez. Es hora de la fiesta, mientras los del fondo meditan.

Colapsos cortos despegan de cada armatoste: el crescendo parpadea.

La danza ha durado tanto que el trance comienza.

Ecos jazzísticos coltraneanos con el murmullo de tambores, que emanan voces de otros lados…

Recuerdos.

Los dioses dan unos pasos entre las improvisaciones de Milo, Alexis y, finalmente, la feroz danza baterística elvinjoniana de Barrios, sobre un tejido polirítmico-armónico del ensamble.

Las venas se inflan y languidecen en cadencias bárbaricas. Los ojos van cerrados sobre las piernas que golpetean en la tierra, jugando a que quieren penetrarla. ¡Más rápido! ¡Más rápido!

El Dios más grande abre sus fauces y las estrellas comienzan a hablar.

Foto de ensayos.

En lo anterior intento narrar las primeras tres piezas del concierto Percusivisiones I, de TAMBOLERO LAB 2018 CDMX, concepto, curaduría y realización de Milo Tamez, a manera de paralelismo y homenaje; pues las composiciones y arreglos de Pierre Favre, Doudou N´Diaje Rose, Famoudou Konaté y Milo Tamez, incitaron el génesis de una plétora sensorial: antes de provocar un discurso técnico, despertó en mí la necesidad de envolverme en un colapso de escritura automática. Hay discursos sonoros que a veces son mejor explicados a través de la metáfora.

Existe un argumento profundo y fuerte en cada composición. Las técnicas de Milo Tamez, Alexis Granados, Fernando Barrios, Santiago Juarez y Miguel Soto (elemento originario del TAMBORERO LAB y que en esta ocasión participa como invitado especial del evento), permanecen muy controladas, pero sin perder el vínculo artístico y el flujo de cada historia que cuentan. Existe un juego constante con el uso del silencio y las consistencias de cada instrumento. Varios ritmos conversan juntos en una atmósfera de oscuridad y meditación. En muchos puntos se experimenta con la ironía; puedes escuchar, por ejemplo, un terremoto de sonidos bajos, pero un xilófono o una flauta dulce contrapuntea la historia principal.

IV. ¨Prisma¨, de Pierre Favre, para cerrar el concierto

La comunicación entre los creadores, los músicos, los instrumentos y la obra, es muy interesante: todos son protagonistas, sin estorbarse entre sí. Se busca crear una gran batería de cinco percusionistas que suenan como un ensamble de veinte tamboreros.

En las palabras de Milo Tamez, el creador de TAMBOLERO LAB en 2004, este proyecto es un laboratorio-taller de ensamble de baterías inspirado en los grandes ensambles pioneros como el M´Boom de Max Roach; “Singing Drums” de Pierre Favre; el de Milford Graves, Andrew Cyrille, Famoudou Don Moye y Kenny Clark; y muchos otros de procedencia africana, como los de Doudou N´Diaje Rose, Boubakar Diagne y Famoudou Konate…

“También existe una profunda influencia de la música de percusiones de cámara del siglo XX en mi enfoque hacia la composición y arreglos para este trabajo: la música de percusiones de Edgar Varese, John Cage, Iannis Xenakis, Lou Harrison, para nombrar a algunos”, explicó Milo.

Cabe mencionar que la mínima teatralidad agregada al inicio del concierto con ¨Canon¨ de C. Mingus, el espacio elegido (la Galería Quinto Piso, Centro Histórico CDMX, que cuenta con un piso amplio y abierto, donde la gente puede elegir en qué lugar sentarse… o si así lo prefiere, puede caminar alrededor del ensambie para apreciar visualmente todo el trabajo realizado), la oscuridad, las voces, las velas en el piso, una iluminación acogedora producción de Alexis Granados… todo esto generó un entorno que invitó al público a involucrarse con el concierto de una manera más dramática y personal a la que estaría acostumbrado en un escenario convencional. Aplausos por ello.

Apreciar el trabajo de este ensamble amerita respeto, sensibilidad, inteligencia. Es simplemente fantástico.

Foto del primer concierto de TAMBOLERO LAB. 2004. Fuente: Sitio Web de Milo Tamez.
  *Agradezco profundamente a Milo Tamez por aclarar y enriquecer algunos de los puntos técnicos que incluí en la redacción de este artículo.