¿Dónde está la honestidad musical? Festival de Jazz León 2018

Por: Estefanía Romero

El aire tranquilo y cordial de la ciudad se ve en la frente y los sonidos de sus músicos locales, quienes se mezclan con ensambles de otras partes del país para llenar de colores la oferta musical de la edición de este año. Se traduce en nuevas experiencias para que el público expanda sus conocimientos y percepciones sobre lo que se conoce como jazz. El Festival de Jazz León 2018 me parece uno de los esfuerzos más honestos artísticamente, que he percibido en los últimos años: desde la organización hasta sus talentos.

Hay que reconocer la diversidad de locaciones y de actividades elegidas. Conferencias, clases maestras y conciertos distribuidos entre una serie de recintos: el Café de los Artistas, Enmiienda 21, Parque Los Cárcamos, Taylor & Paxton, el Instituto Oviedo, la Casona del Arco y Las Moras Arbide; de tal manera que personas de todas las edades e intereses tuvieran acceso.

El investigador social Jesús Galindo presentó “El jazz como forma de vida en León”, tomado de su libro Ingeniería en Comunicación Social de lo real y lo posible. Yo tuve la oportunidad de dar una conferencia en torno al papel del crítico de arte, a través del trabajo de investigación que desarrollo en la actualidad: “Crítica de jazz: Historia e importancia de su existencia para una cultura artística”.

“Crítica de jazz: Historia e importancia de su existencia para una cultura artística”, conferencia de Estefanía Romero. Crédito de foto: La Casona del Arco.

Las clases maestras desarrollaron distintos temas: “Expresión y sonido”, por el maestro Miguel Samperio; “El acompañamiento del bajo en el lenguaje de jazz”, por Quimi Hernández; y “La improvisación y el canto en el jazz”, a cargo del encantador trompetista y cantante haitiano Olson Joseph. También hubo un concierto didáctico impartido por la Pavel Loaria Big Band Infantil y Juvenil, en el que no sólo se habló de la música, sino del esfuerzo que se requiere para poder realizarse como artista en México.

Los conciertos incluyeron a Sandra Cortés y la Beat Band, el trío de Tania Ugalde, Jazz en las Moras, el debut de la banda The Soul Siblings, la Pavel Loaria Big Band Infantil y Juvenil, Niglo Swing, Colectivo Garambullo, Freeaks, Los Pájaros Lolos, Cuarteto Solar, Olson Joseph y Miguel Samperio.

En adelante platico mi percepción sobre los conciertos que tuve la oportunidad de aplaudir durante estos días de fiesta jazzística.

Tania Ugalde: el timbre

Cantó acompañada de Jacobo Cerda al piano y Pako Hidalgo en la batería. Tocaron estándares clásicos. El timbre de voz de Tania es hermoso y ella tiene la capacidad de moldearlo a distintas profundidades; es muy perceptiva; improvisa (lo cual no se ve en todas las que se dicen cantantes de jazz); es evidente que se encuentra en un proceso de crecimiento artístico acelerado, cada vez más afinada, más precisa, más segura. Los años de estudio la moldearán como una profesional en el gremio: me atrevo a predecir este futuro porque escucho sus cimientos bastante fuertes, de entrada se nota un nulo esfuerzo por imitar a otras cantantes y tiene ya trazada la intuición armónica de un músico de jazz. Me gusta mucho que tenga tan presente el ritmo y que sea capaz de darle acentuaciones interesantes, en su mayoría utiliza trazos que, en dos tiempos, van del drama hacia un horizonte de calma y oscuridad. Quizás exista influencia de Melody Gardot en algunas intenciones de sus fraseos. Es, en suma, muy agradable.

Este trío se complementa bastante bien, todos se escuchan entre sí; tanto Jacobo como Pako son muy buenos músicos, expresan conocimiento técnico amaestrado y sensibilidad; cualidades que les impiden correr hacia una carrera protagónica y permiten que fluya una música suave, agradable, con apariencia de sencillez, pero bien estructurada.

Tania Ugalde en La Casona del Arco.
 

Pavel Loaria Jazz Band: hacia la perfección

Conocí esta Big Band gracias al Festival del Día Internacional del Jazz en la Ciudad de México, justo hace un año. Entre mis asombros de aquel tiempo apunté que el trabajo de Pavel deriva en una magnífica dirección y educación de estos niños, provenientes de distintos estados de la república; me llamó mucho la atención cómo la guía de Pavel les ha empujado a desarrollar una personalidad en torno a su instrumento, a construir su voz propia, individual; pero al mismo tiempo, les enseña a escucharse entre sí, a comunicarse, a hacer equipo, como en las mejores orquestas. Se trata de herramientas gigantes para ser grandes músicos y que no todos, incluso adultos, tienen la posibilidad de comprender.

A tan sólo un año, su estudio se hace muy evidente. La afinación y su sentido rítmico se han pulido muchísimo. La coordinación entre la orquesta y el director es clarísima. Pavel se encarga de incluir arreglos que aprovechan a todos los elementos de su orquesta; lo cual permite que todos los niños experimenten un momento protagónico y que los oyentes disfruten el sonido de cada instrumento, ya sea en ensamble, en solo, en soli o al frente de la Big Band.

Las transiciones entre frases, los cambios de piano a fortísimo, planeados, ponen los sentimientos de la audiencia en la mano de estos jóvenes ejecutantes. Es muy emocionante escucharlos.

Los cantantes mejoran a pasos acelerados, se puede presumir de un grado de afinación, ritmo, proyección, colocación, pronunciación y sentido de la melodía. I Ain’t Got Nothing but the Blues, en la voz de una jovencita de menos de 16 años, revela contenido y contorno muy particulares de una canción que debería salir de la voz de una mujer fatal afroamericana de Nueva Orleans. Es una belleza extraña.

Pavel Loaria Big Band.

Los chicos se presentan cada vez más seguro de sí mismos. Pavel, a veces se emociona y toma su saxofón para acompañarlos un poco, nunca haciendo pausa en la dirección.

El repertorio y sus arreglos son muy elegantes. El respeto a la tradición se funde con el ingenio y la personalidad de esta Big Band.

Cerraron con Camaleon, un clásico de Herbie Hancock. Demostraron que el Groove ya transita por sus jóvenes nervios. Comenzó con un dueto de trombón y batería: un contrapunto interesante. Después protagonizó una conversación de contrabajo, guitarra y teclado. La batería se les unió. El sax barítono introdujo armonías muy bien logradas. Pronto se unieron el resto de los saxofones y, hacia el final, se incorporaron las trompetas y trombones. Un crescendo derivó en unos segundos de free jazz que se devolvió a la melodía para cerrar el concierto.

Aplausos a esta banda por poner el ejemplo de lo que se puede lograr con trabajo profundo y constante. No temo decir que esta Big Band, en forma y fondo, está en camino a superar varias otras que acostumbramos escuchar en México.

Pavel Loaria Big Band.

Niglo Swing: la técnica 

Jac Hechem y César González tocaron a dueto los grandes éxitos de Django Reinhardt, el creador del jazz manouche. Me pareció fantástico que estos músicos mostraran de qué se trata el género, gracias a su técnica tan desarrollada, y a través de un discurso sobre la historia y significado del mismo.

Si bien la música es arte en sí misma, a veces explicar el contexto histórico genera un interés más profundo por la audiencia. Hablaron sobre Django, el creador gitano, y el interés de este por la música de Duke Ellington y la Original Dixieland Jazz Band, lo cual derivó en el origen de un género nuevo, tejido por sonidos hindúes y balcánicos.

Uno de los maestros hizo una pausa para reconstruir la historia de Django: aquel momento en su vida cuando prendió un cigarrillo que quemó por accidente su caravana; y a él le deformó la mitad del cuerpo, dejando dos de sus dedos unidos. Antes Django tocaba en banjo, tras su accidente se dedicaría a la guitarra, instrumento que perfeccionó para moldear su estilo: cambió el material y la forma de tensar las cuerdas, incorporó un traste más y le dio flexibilidad al puente. Django logró una proyección en la guitarra en una época en la que no existían los amplificadores; tal y como lo haría años más tarde Béla Fleck con el banjo.

A pesar del contenido, la ecualización sufrió bastantes distorsiones en el sonido y el volumen de algunas ejecuciones; lo cual evidencia, como en todo concierto, que el ingeniero de sonido es un elemento importantísimo para la correcta proyección musical.

Mi momento favorito del concierto fue la interpretación de Swing Gitano, de Angelo Debarre, otro reconocido autor del género. La rapidez, la precisión, los saltos armónicos, el diálogo entre instrumentos hicieron que esta pieza realmente brillara.

Niglo Swing.

Colectivo Garambullo: el arreglo

Adalberto Tovar arregló composiciones de José Alfredo Jiménez, de Agustín Lara, “La llorona” y “Bolero” de Ravel.

Qué intuición tiene Adalberto para reconstruir la música con ideas no siempre exploradas. Se nota cómo recupera la música de las orquestas de Hollywood que incorporaron jazz en los años 60: existe un aire de Lalo Schifrin y de Henry Mancini en ciertas cadencias agridulces y emocionantes, como detectivescas, en las composiciones que retomó de autores mexicanos. Me gustó mucho el Groove que el bajista utilizó para teñir estas ejecuciones.

El momento que más aprecié de este concierto fue el Bolero: comenzó con música clásica y caminó poco poco hacia una estructura jazzística. Me pareció un homenaje (¿planeado?) a la Third Stream, género impulsado por Leonard Bernstein y Gunther Schuller en los años 50, basado en la mezcla de la música clásica y el jazz: uno de los primeros intentos de legitimar el jazz como una forma de arte.

El Colectivo Garambullo cuenta con una sección de metales, bajo eléctrico, guitarra eléctrica, el piano y la dirección de Adalberto Tovar y una cantante. La orquesta hizo un muy buen trabajo; hay que reconocer la dificultar de coordinar un proyecto con tantas voces y hacer que suenen todas. Creo que en este caso particular se pudo prescindir de la cantante, me parece que los arreglos se sostenían en sí mismos y que la voz, al carecer de conocimientos armónicos, padecía dificultades para terminar sus frases con afinación o tonos correctos.

Hacia el final de su presentación, revivieron “Mi ciudad”, obra de Guadalupe Trigo, compositor yucateco, poco recordado. Muy buen trabajo.

Colectivo Garambullo.

A grandes rasgos…

Todo este esfuerzo se debe a Cynthia Calderón, directora del festival; a Ramiro Jiménez, representante de Artistas Independientes de Guanajuato; y a Diego Zavala, coordinador de recursos y vinculación; todos ellos creadores y socios de Artistas Independientes de Guanajuato, la entidad que generó el festival como su proyecto principal.

Ramiro Jiménez, Cynthia Calderón y Diego Zavala: organizadores del Festival de Jazz de Guanajuato. Foto: Mariano Chimes.

El Festival de Jazz de León es muy significativo para el mundo del arte en México. Sus realizadores se involucran en todos los detalles: desde la creación de los diseños en las playeras, hasta la elección de las sedes, marcas y talentos que construyen esta oferta tan diversa e interesante. Aplaudo su esfuerzo, su motivación, su interés por comprender qué es lo mejor para el público; así como su sensibilidad por trazar un ambiente en el que todas las personas pueden acceder al horizonte multidimensional del jazz.

Foto: Nazareth Ramírez.

Me hubiera encantado asistir al concierto de maestro Samperio, pero al menos pude acceder a las transmisiones en vivo, gracias a la página de Festival de Jazz de León 2018, para darme cuenta de que fue una excelente decisión y un honor tenerlo en este foro.

Sin más… ahora nos queda esperar qué sorpresas traerán las futuras ediciones de esta inteligente y divertida fiesta musical.

*Crédito de foto de portada: Mariano Chimes.