¿Quién es el jazzista en su entorno?

Por: Estefanía Romero

Como sujetos sociales, las manifestaciones artísticas se esculpen en función del momento, las condiciones y el lugar en los que surgen (o en que se insertan) y se desarrollan.

“No se pueden leer de la misma manera el cool jazz, el free jazz, el bebop, por el contexto en el que se recrean”, agregó Coté (2012), abriendo paso al tema del relativismo cultural, el cual se manifiesta cuando un género musical se inserta en un determinado contexto para adquirir una especie de alma y conciencia propias, específicas del momento y del lugar en el que se desarrollan. Pone por ejemplo el momento en el que surgió el bossa nova en Brasil, a finales de los cincuenta, “dándole la espalda” a la música de la agricultura: la samba. De igual modo, el bossa nova ha de ser interpretado y adecuado de una manera distinta en la psique de un joven mexicano de clase media en el año 2018.

Tania Ugalde en el Festival de Jazz de León.
¿Recuerdan la música de Flora Purim y Airto Moreira que en los años 60 creó un híbrido de samba, jazz y rock psicodélico? Por ejemplo. ¿Quién es el jazzista en su entorno, en su comunidad, en su sociedad, en su historia? (Derbez, 2010, p. 51). Derbez cita a Ajay Heble, para indicar que el estudio de tal historia de la teoría y la práctica puede revigorizar nuestra comprensión de la función social del arte, del papel de la cultura en el proceso de desestabilización de modelos histórica e institucionalmente determinados de producción de conocimiento (p. 51)

El jazz se convierte en un objeto de estudio social y antropológico desde el momento en que puede ser considerado, como cualquier otro movimiento musical, como integrador de un grupo de gente cuya identidad gira alrededor de ciertas cualidades adquiridas por el jazz.

Roberto Sánchez Picasso en el Festival Internacional JazzUV.

Tanto Alaín Derbez (2012), como Brito y Quesada (2008), coinciden en que suelen ser las autoridades quienes más inciden en la definición del carácter cultural, ya que llegan a instituir lo que, a manera personal, se considera importante. “El consumo cultural de la música tiene el carácter o la cualidad de interpelar a los mundos adultos y a la autoridad instituida e instituyente en el camino de las identidades sociales” (Brito y Quesada, 2008, p. 15); estoy de acuerdo, pero ¿sigue siendo así? En este momento donde los medios de comunicación digitales comienzan a impulsar de otra manera al artista: Conocí una banda mexicana que ha vendido miles de discos en Japón, gracias a su MySpace, mientras que aquí nadie la conoce.

Ensamble de jazz (Diego Franco al frente). Fuente: LaFaro Jazz Institute.

Históricamente, Hebdige (2004) apunta que existe una tradición muy documentada de mestizaje en el jazz. “Músicos blancos se han reunido en jams con artistas negros, mientras otros han tomado prestada (algunos dirían: la han robado) la música, traduciéndola y transfiriéndola a otro contexto. La estructura y el significado se han visto modificados en el proceso” (p. 69). Aunque las subculturas del jazz, los hipsters y los beats evolucionaron (en Estados Unidos) a partir de una misma mitología fundamental, los dos estilos se inspiraron de forma distinta en la cultura negra y su actitud respecto a ella también cambió. Ambos improvisaban sus estilos en torno a una forma menos comprometida de jazz, a su fraseo original, se trató de los productores y consumidores del bebop de los cincuenta; sin embargo, Goldman (1974), citado en Hebdige (p. 69), anuncia que:

[…]el hipster era […] el típico dandi de clase baja vestido de chulo, que se mostraba frío y cerebral para distinguirse de los tipos groseros e impulsivos de su entorno en el gueto, y que aspiraba a lo mejor de la vida: la “hierba” de calidad, los mejores sonidos, el jazz o el afro cubano[…] [mientras que] […] el beat fue desde el principio un universitario serio de clase media como Kerouac, asfixiado por las ciudades y por su herencia cultural y que quería plantarlo todo para largarse a lugares lejanos y exóticos, donde pudiera vivir como la “gente”, escribir, fumar y meditar.

La necesidad de romper las reglas se da en distintos gremios como respuesta de una tremenda injusticia. Esto explicaría por qué el jazz en el contexto de su génesis explotó como varias formas de subcultura.

Pero, ¿qué es hoy el jazz en México? La sinergia de estilos y la potencia en la creación de los músicos jóvenes que hoy revientan las paredes de los clubes en la CDMX, me hace pensar que quizás están surgiendo nuevas maneras de decidir lo que es valioso, que estamos en una época de reconstruir paradigmas. Si bien me he enfrentado al típico concierto carísimo lleno de cadáveres en el que el jazzista se ajusta al formato de los cuatro minutos de canción para no aturdir a los falsos oyentes, o diluir el jazz en mares de bolero; también he visto grandes músicos aventarse al mundo y a la historia, para redibujar el jazz en un país de otras costumbres.

TAMBOLERO LAB, de Milo Tamez.

Tenemos proyectos como Milo Tamez, con su laboratorio-taller de ensamble de baterías; Oscar Zensei que da una nueva cara al jazz y al rock progresivo; Armando Cruz con su bebop que cruza varios sonidos africanos; Pavel Loaria, que retoma la tradición con su Big Band, su trío de jazz y Sax-Són; Remi Álvarez, quien toca un Ornette Coleman, lo disloca y lo vuelve a armar, porque puede; Tres Tristes Tangos, que son más polka-jazz que tango; Fausto Palma revolucionando la música de otras culturas en composiciones fantásticas; Miguel Almaguer con sus contrapuntos stravinskyanos y su recorrido que va muy por encima de los géneros… En fin, México tiene una gran oferta musical underground de música compleja, que no deja de ser popular, y es hora de que todos le pongamos atención.

 
Pavel Loaria Big Band

En fin, se me iría la vida enumerando todas las posibilidades de estos artistas maravillosos que hoy resignifican el jazz en nuestro país, así que me limito a invitarlos a que los descubran a través de nuestros artículos y la agenda nacional de jazz de Bop Spots: una sociedad en la que el arte es uno de sus principales valores, deja de lado el plástico capitalista que tanto nos han vendido como objetivo de vida, y comienza a evolucionar, tanto de manera cognitiva, como espiritual y humana. ¿O ustedes qué opinan?