JAZZ EN EL PERÚ: Música desde la mirada del artista
Por: Ania Paz
Conocí a Carlos Guerreros, compositor y guitarrista, en Lima, Perú, hace algunos años. Surgió entre nosotros una afinidad inmediata: amor al jazz, a la música; interés en la poesía, el teatro y los espectáculos multi-disciplinarios; pero, sobre todo, nuestra intensa dedicación a la composición.
Desde un primer momento tuve la sensación de estar ante un gran compositor, además muy prolífico. Me identifico mucho con lo que él llama una especie de “obsesión” por combinar sensaciones y orden para lograr crear obras de arte; una búsqueda hacia composiciones que alimentan el alma, y nos llenan de felicidad.
Hemos compartido escenario y ejecutado tanto sus creaciones como las mías. Es en particular emocionante presentar en vivo tanta música nueva y actual desde nuestro país, el Perú, y es maravilloso que a pesar de nuestros viajes y mudanzas hayamos coincidido en este espacio.
Los primeros temas que toqué de Carlos fueron “La Torre” y “Juan Sinmiedo”, cuando lo invité a participar en un concierto del Ania Paz Trío, en el local llamado La Noche de Barranco, donde se escucha jazz en vivo todos los lunes. Estos temas forman parte de su primer EP, dedicado a su madre. Él también tocó composiciones mías como “Olvidados” y “Adiós y resignación”.
Un lenguaje único musical
El primer aspecto que me causó una grata impresión de Carlos fue su lenguaje propio y original. Siempre siento una gran emoción cuando existe esta comunicación auténtica: la expresión individual y el sello personal de un artista. Esta misma originalidad la encontré en sus fraseos rítmicos y progresiones armónicas. Si bien cada uno de nosotros tenía su propio sonido, convergíamos en la influencia del jazz, y en una actitud experimental.
“Juan Sinmiedo” es una referencia a un cuento infantil, en el cual Carlos integra el aspecto de la aventura de este personaje con elementos musicales de nuestra cultura: melodía pentafónica, acentuaciones insistentes en el tiempo débil al estilo de algunos huaynos, métrica irregular imitando cantos que descubrió de las tribus aguarunas, y obligados cíclicos a manera del canto tribal.
En efecto, existe una integración de sus diversas raíces al jazz en su propuesta artística, que abarcan desde la Sierra y la Selva del Perú, hasta la cultura Nikkei y japonesa. Su familia proviene de Madre de Dios, Huancavelica, Puno, Japón, Lima e Ica. De pequeño, él participaba en casa de sus abuelos en las celebraciones costumbristas, en las que se escuchaban yunzas, procesiones y carnavales. Al mismo tiempo, compartía en su vecindario con un vecino cajonero y un cantor criollo. A través de estos recuerdos re-descubrió más adelante el amor por la música que había heredado.
Antes de trabajar en una fusión orgánica entre la música peruana y el jazz, Carlos tuvo que ganar una lucha interna entre crear jazz desde la perspectiva de la tradición Estadounidense o desde la perspectiva de su tradición propia. Al final, se aceptó a sí mismo y a todo lo que le conforma como sujeto musical.
Ésta es una grabación de “Juan Sinmiedo” realizada en Argentina, con el pianista peruano Paul Vargas, el bajista boliviano Edu Gabriel y el baterista argentino Sasha Cuenca:
Algunos de sus temas inspirados en la Selva y el Ande son: “Su Empiezo”, “Juan Sinmiedo”, “Coral”, “Astromelia”, “Campanita”, “Luciérnaga” y “Pequeña Suite”.
La formación del compositor
Más adelante Carlos me invitó a participar en un concierto del grupo Bombojazz, junto a Juan Francisco Chávez en la batería y Rennzo Vela en el contrabajo. La presentación se realizó en Delfus, un local de Miraflores donde se escucha frecuentemente jazz en vivo. Aquí tuve la oportunidad de tocar sus temas “Célula” y “Su Empiezo”, así como de explorar estos sonidos selváticos.
Proyecto Bombojazz, con quienes Carlos exploró especialmente dichos sonidos de la Selva y el Ande integrados al jazz:En cuanto a mis temas, tocamos “Impresiones” ese día. De nuevo, llamaron mi atención la diversidad y calidad de sus composiciones, así como el nivel de abstracción creativa que permite a Carlos construir tantas estructuras que fluyen naturalmente, a pesar de ser poco comunes.
Intrigada por cómo se forma él como compositor, tuve la oportunidad de conversar con él sobre este tema. Es evidente que él haya podido inspirarse en otras disciplinas artísticas que conoció de pequeño, como el teatro y la actuación, la poesía y el dibujo. Lo que tal vez no es fácil de imaginar es que la carpintería haya jugado un rol tan importante en su formación como compositor. Y es que un artista es capaz de abstraer y convertir todo en arte, un artista percibe el mundo como una continua oportunidad artística. Pero el arte no es sólo magia, sino que requiere de cierta estructura para ser efectivo.
Gracias a la carpintería de su padre, Carlos ya estaba entrenando su capacidad de abstracción e imaginación, pero a su vez tuvo una gran curiosidad por armar y desarmar piezas, así como por entender cómo funcionaban. Ésta fue la base para la habilidad que desarrollaría más adelante de crear una estructura coherente en sus obras musicales. A pesar de que para su primera obra musical, dedicada a su madre y estrenada en su colegio, contaba con pocos recursos musicales, ya contaba con conceptos de gran utilidad para la composición.
“Cuando empecé a experimentar y a componer sólo sabía un poquito de teoría. Necesitaba una especie de guía o dirección para ordenar mi mente, y recuerdo que me inspiré en cómo funciona el trabajo en la carpintería de mi papá. Escribir poesía y literatura me ayudó a ver cómo lo que organizas puede tener un efecto rítmico de diversas maneras, y me dio cierta velocidad en la organización. Pero en el caso de la carpintería entendí cómo puede funcionar la visualización o la imaginación de lo que tienes en la mente, anticipándote a lo que vas a trabajar después. Cuando recibí ya clases formales de composición, fue sencillo entender cómo funcionan las estructuras”, comentó Carlos.
Carlos valora mucho la motivación, no sólo externa, sino propia: “Es importante la motivación que uno mismo debe generarse, es decir, es importante desarrollar la suficiente capacidad mental y emocional para seguir adelante. Eso es tan importante como la motivación externa.” Pronto descubrió que música y la composición conectaban con su alma como ninguna otra actividad que hubiese realizado.
La poesía de su padre sensibilizó a Carlos, pues tenía ritmo, forma, musicalidad, texturas, movimiento y mucha emoción. Él sentía de pequeño que realmente estaba interactuando con un ser vivo, que no eran sólo palabras, que había algo en ese texto que “tenía vida” y le estaba hablando a él. Esta sensación se convirtió en su búsqueda. A partir de este momento entendió que era eso lo que quería lograr con su arte. Se preguntaba: “¿por qué tiene vida?” Su inspiración principal es lograr que todo lo que cree y escriba tenga ese elemento de vida.
“No todo lo que escribo tiene vida, algunas cosas nacen muertas, pero las guardo y digo, les daré vida después, en algún momento funcionarán. Uno no termina de aprender a componer, de aprender a tocar, entonces hay que hacerlo todos los días. Soy feliz así, porque me siento en una aventura. Quiero que eso que hago tenga esa sensación que descubrí cuando era niño; que tenga ritmo, forma, colores, movimiento, y sobretodo, quiero que esté vivo”, subrayó.
Conoció a su primer profesor de guitarra en la iglesia que frecuentaba su familia. Su tío lo llevaba a los ensayos del grupo de música andina al que él mismo pertenecía. Tomó clases con Mario Villanueva; a y más adelante con Jorge Caballero Ruiz, con quien aprendió sobretodo guitarra clásica y teoría musical. Ya a esta edad, a los 12 años, trataba de componer con el sonido de lo que él entendía por jazz.
Estudió jazz más adelante con Andrés Prado, Yuri Juárez, Raúl Pescano, Walter Silva, Sergio Valdeos, Ricchie Zellon, Pierre Huarniz, Diego Salvador, Fusa Miranda y Duncan Haynes, entre otros. Se preparó tanto en el Conservatorio Nacional de Música como en Jazz Jaus.
Otras actividades que yo he realizado con Carlos son la grabación de su tema “Luciérnaga”, conciertos de su proyecto en el ICPNA de Lima y el Cultural Británico de Miraflores, y un concierto de mi proyecto en la Pontificia Universidad Católica del Perú PUCP, con motivo de la celebración del Día Internacional del Jazz.
Éste es su tema “Luciérnaga” con la versión de guitarra sola, grabada en La Azotea, una iniciativa de videos producida por el bajista peruano Omar Rojas:
Carlos dio a este proyecto, en el que le agradezco me haya invitado a participar, el nombre de Kintsugi, que se traduce como “Carpintería de Oro”. Se inspiró en el legado de su abuelo paterno japonés, así como en una antigua tradición nipona, que consistía en reparar los platos rotos con masilla de oro. Se trata de un concepto que nos enseña que por más roto que algo o alguien pueda estar, puede ser reparado con un material bello. De esta forma se adquiere un gran valor, a pesar de haber estado destruido.
La importancia de la improvisación
“Considero al jazz como una oportunidad, y a la vez como una herramienta para construir. Si bien la Improvisación no es exclusiva del jazz, podría sugerir que la improvisación desde el punto de vista del jazz es un ejercicio muy fortalecedor melódica-, armónica-, rítmica- e interpretativamente. Fuerza a uno a mostrarse como es, y desnuda todo lo que sabes y lo que no sabes. Te obliga a ir al límite, a crear, a razonar y a dejar fluir, todo esto a la vez. Aparte de esto se asume que estás escuchándote a ti y a los demás, es decir, además de todo te exige un estado de plena conciencia de lo que está pasando y de lo que va a pasar. Te exige tomar todas estas decisiones sobre la marcha, sin mencionar que los involucrados deben manejar un lenguaje común. Sin embargo, creo que el espíritu es el mismo que el que se encuentra en la Música Peruana o en tantas otros estilos populares como el Flamenco o la Chacarera“, indicó Carlos.
“La improvisación del jazz es una herramienta muy útil para que la mente aprenda a tomar diversos caminos, por ejemplo cuando buscas una melodía, o cuando buscas una resolución… Es una gran herramienta a la hora de componer. De hecho yo compongo mucho improvisando al comienzo. Pero también compongo sentándome en la mesa, escribiendo nota por nota. Si no fluye de esta manera me pongo a improvisar y ahí va saliendo. Así es como funciona para mí”, agregó.
Finalmente, quisiera comentar que hay mucho todavía por conversar largo y tendido con Carlos. Es inspirador escucharlo, y espero que pronto podamos conocer más sobre su importante trabajo.