Bebop, el jazz de los verdaderos “hipsters”, en manos de Jerome Jennings

Por: Estefanía Romero
Foto: Mónica García

Jennings y Evans: los puntos clave

El cuarteto de Jerome Jennings es de lo mejor que he escuchado en México, sobre todo si nos referimos a una música tan difícil como lo es el bebop. Les explico por qué.

Jerome Jennins Quartet en El Cantoral.

Si bien el cambio de tempos es muy común dentro de cada pieza en este género, Jennings llevó su uso al extremo y esto fue una excelente decisión. Probablemente ser baterista le motivó a que cada obra presentada fuese marcada por temas en diferentes aceleraciones, en saltos brutales, que permitían generar un dramatismo peculiar a cada exposición. No acostumbramos escuchar esto en los foros.

Jerome Jennings. Foto: Mónica García.

Durante la velada se tocaron notables arreglos a composiciones de Benny Webster, Thelonius Monk, Woody Shaw, entre otros, y una presentación original de Jerome Jennings. Mi momento favorito de la noche fue “Bebop”, de Dizzy Gillespie, este siempre va a funcionar porque sus frases, a pesar de raras, largas y complejas, son muy pegajosas en sí mismas. Pero si sumamos los cambios dramáticos de tempo que utilizó Jennings, sobre todo en las desaceleraciones a partes usualmente veloces, estos le dieron un feeling más pop. De haberlo llevado más lejos hubiera podido encontrar un homólogo interesante a conceptos como “Billie Jean” de Michael Jackson. Sé que es una buena interpretación porque, además de haberla disfrutado en su momento, persiste en mi cabeza por la genialidad de Gillespie y la personalidad de Jennings en ella.

Miro Sprague. Foto: Mónica García.

En cuanto a la propia obra de Jennings, no puedo generalizar, pero me da la impresión de que la mayoría de los jazzistas talentosos están tan sujetos a lo que ya se hizo, que al momento de componer tienden a repetir fórmulas, quizás porque las piensan demasiado. Lo contrario sucede cuando improvisan, y esto probablemente se debe a que durante su carrera se dedican más a la exposición espontanea de sus ideas. “Recy’s Lament” es el nombre de la pieza que Jennings escribió basado en la historia de Recy Taylor, una mujer afroamericana de Alabama que en 1944 fue violada por seis hombres blancos y cuyo caso quedó en la injusticia. La composición en sí, musicalmente no tiene novedad; en realidad su introducción es muy larga y suena como cualquier jazz cliché neoyorquino, cuyo ingrediente particular fue el timbre que adquirió la trompeta con sordina, parecido a un murmurio nasal sofocado; esto a manos de Josh Evans. A la mitad un solo de piano, mezcla de bop y fragmentitos de ragtime, en un tempo un poco más rápido. Más adelante, hacia el cambio de tema ocurren progresiones violentas, se entiende la desesperación, la tragedia de Recy. Hacia el final, todo regresa al inicio, pero esta vez con la sensación del verdadero lamento. La composición funciona porque tiene una historia, pero por sí sola pudiese ser cualquier estereotipo con guiños hacia algo que pudo ser más interesante.

Dezron Douglas. By: Mónica García.

El resto del concierto brilló a manos de Evans. Son claras sus influencias de la época bebop de Miles Davis, de Dizzy Gillespie, e incluso de Arturo Sandoval; así como su búsqueda por nuevas texturas, colores. En cada pieza, en cada momento traía alguna novedad. Me parece que tiene materia de verdadero artista.

Todos los instrumentos, desde el inicio jugaron con los volúmenes, la sorpresa del grito modulado fue un adorno utilizado con perfecta moderación. La comunicación de los miembros de este cuarteto rememora la de aquellos grandes proyectos de bebop, emociona, y tiene una personalidad distinguible.

Master Class del cuarteto. Foto: Mónica García.

Bebop: el reto

Sostener un concierto de bebop es una de las aventuras más difíciles que puede llegar a considerar un ensamble de jazz, esto ocurre por las siguientes razones.

En primer lugar, porque cuando las primeras pautas que establecen el nivel de lo que es sonar bien como bebopero son Charlie Parker, Dizzy Gillespie y Thelonius Monk… el escenario se torna bastante retador.

Más allá, porque el buen concierto de bebop puede ser una de las experiencias más extáticas. Jack Kerouac hablaba de aquellos rushes de adrenalina a través de los saxofones de su época y justo se refería a esto. En cambio, cuando el concierto de bebop es pobre y flojo, puede ser de lo más tedioso posible. Como decía en mi artículo anterior, quizás es a este tipo de experiencias soporíferas las que son citadas por la gente que odia o cree que odia el jazz.

Finalmente, ¿qué le dice un concierto de bebop a los mexicanos? Aislados de una era o un concepto, lo único que le queda a la audiencia del siglo XXI, en un país como el nuestro, es la posibilidad de experimentar un momento sublime; es decir, que le guste la música por sí misma. Menciono esto porque el bebop en su momento representó una afrenta contra el swing que, dentro de sus múltiples definiciones, fue considerado también la música comercial de los años 30. En otras palabras, el swing era lo fresa y el bebop era lo intelectual. De hecho, fue el bebop el primer jazz que se llevó a la sala de concierto, es el jazz que no se baila, sino que se escucha. Aunque muchos ya diferimos con estos conceptos, pues sabemos que el swing puede ser complejo e interesante o habemos quienes no podemos evitar bailar en un concierto de bebop.

Esto me lleva a concluir que uno no se pelea con los ídolos cuando encuentra su propia voz. El Jerome Jennings Quartet va en camino, lo respeto y estaré al pendiente de su carrera. Tiene todos los elementos para llevar un concierto dinámico, interesante, sorpresivo e incluso espectacular; pues lejos de la tendencia de agregar géneros y géneros para buscar novedad en la música ecléctica, está apostándole a la búsqueda del bebop en sí mismo, con funciones meramente estéticas: velocidades, timbres y discursos fuera de lo común.

¡Bien, Jennings!

DeQuinta Producciones se lució al traer este concierto a México. Queremos más.