“Cada cultura tiene su propio blues”: Danilo Pérez en entrevista

Por: Estefanía Romero

El pianista, compositor y educador, Danilo Pérez, relata, a través de esta emotiva entrevista, cómo ha sido que el trabajo y la pasión, desde su niñez, le han llevado a construir un discurso propio tanto musical, como en favor de una comunidad global. Danilo destaca que sus grandes fuentes de inspiración han sido su padre, Dizzy Gillespie y Wayne Shorter; y explica dos términos que definen su postura musical: el Global Jazz y la “comprovisación”. A la vez, nos regala una fotografía del jazz en Panamá, así como de algunos panameños que ayudaron a motivar grandes figuras del género, para lo que hoy conocemos como tal.

 

E: Yo te sigo desde que te descubrí en aquel concierto con Dizzy Gillespie and the United Nations Orchestra.

D: Es un placer. Es un honor.

E: Yo ya hablé mucho sobre Secrets Are The Best Stories [último disco de Danilo, en colaboración con Kurt Elling], ahora quisiera que tú lo comentaras. Hay mucha experimentación y homenaje en este álbum, ¿cierto?

D: Sí. Básicamente lo que está tratando de narrar son críticas muy específicas de los problemas que nos están avasallando ahora mismo en el mundo. El tema de la migración, el diálogo intercultural, el racismo sistémico, que no nos deja crecer como sociedad.

Y, artísticamente, ponerlo en plataformas que son diferentes; cantando, utilizando herramientas como nuestra influencia latina, para entender parámetros y los retos que se presentan cuando estás manejando la voz… por ejemplo con la rítmica. Es parte de lo que quisimos hacer con este disco en formato cantante-instrumentista.

Yo soy activista social, así que desde el principio dije que quería narrar historias que son importantes en estos momentos.

 

Danilo Pérez y Kurt Elling. Foto: Anna Webber.

 

E: De hecho, a mí me ha interesado mucho esa parte. Tú has sido artista UNESCO, tienes la Fundación Danilo Pérez… Desde tu propia perspectiva, ¿cuál es el vínculo entre la música, y la política y la sociedad?

D: Estamos experimentando con un llamado urgente a una acción mundial en el tema del cambio climático, en el tema de las pandemias, la guerra, el cambio social, el racismo estructural. El último mes, te darás cuenta de las protestas que ha habido en Estados Unidos contra el racismo sistémico y la reforma policial. Yo creo que esto ha provocado un apoyo masivo, sin precedentes, en todas partes del mundo.

Entonces… mi base, cómo yo me relaciono con todos estos temas, viene desde pequeño, desde mi padre [también llamado Danilo Pérez]. En el 67, él escribió una tesis de cómo la música se utilizaba para aumentar la concentración, para aumentar el aprendizaje desde pequeños. Él hizo un experimento educando, donde entrenó muchachos de lugares pobres y con pocos privilegios. El primer año fracasaron. El segundo año todos salieron bien, porque lo que él hizo fue que agarró todo el currículum y le adaptó canciones: lo que él hacía era que ellos cantaran la información.

Aprendí matemáticas, ciencia, haciendo canciones, estudié haciendo canciones; trabajando con amigos míos de la comunidad, tocando en grupo. Hubo un elemento que yo conecté ahí desde muy pequeño, lo hice natural. Hay una historia muy cómica, porque dice mi padre que cuando tenía yo dos años, él me tiraba todos los discos en el piso y el show era cuando venían los amigos, que él me decía “busca el disco Pata Pata”, de Miriam Makeba. Fíjate. Yo siempre lo encontraba entre 500 discos. Si te pones a pensar, hay una cuestión mágica ahí, porque ella fue una activista social y toda su lucha fue denunciar este sistema racista que existe. Cuando tuve la oportunidad de tocar con ella, pudimos conversar mucho este tema; le decía: “desde dos años yo ya había decidido que iba a estar al lado de usted”.

Ese es un periodo, la base fundamental. La otra parte, es entrar a las Naciones Unidas, lo que mencionaste. Con Dizzy Gillespie, él nos enseña cómo la música es una herramienta poderosa para la diplomacia. La intención de él era que nosotros aprendiéramos que podríamos unir al mundo a través de la música, esa fue una de las grandes enseñanzas que yo tuve con él. Yo aprendí que el poder del diálogo intercultural es sumamente vital y que la música provee ese espacio, que es un espacio neutro donde se pueden lograr conversaciones muy productivas. Empecé a pensar este tema de la diplomacia cultural, ¿viste por qué? Por la naturaleza del proyecto que él tenía. Tenía gente de toda América, Puerto Rico, Cuba, de todo el mundo… yo vi verdaderamente cómo él nos enseñaba… yo vi en la música una herramienta de posibilidades para restauración del ser humano.

Y, la última parte, que creo que son los tres eventos importantes que pasé en mi vida, es el tiempo que pasé con Wayne Shorter. Wayne dice que la música es importante para celebrar nuestra existencia como seres humanos, y es importante para vivir convencidos, con la esperanza de que este mundo no se acaba. La música es el antídoto para que no se te acabe la esperanza.

 

 

Danilo Pérez con Dizzy Gillespie. Foto: Dany Gignoux.

 

 

E: De hecho, ahorita, hablando de Dizzy Gillespie… él dejó claro el ejemplo de que ser una buena persona también es importante. Me imagino que, para ti, conocerlo tan joven, eso debió inspirarte también…

D: Sí, es tener los ejemplos. A veces hay una confusión. Tenemos muchas historias de grandes artistas que han reflejado problemas existenciales, enfermedades, relaciones con las drogas, problemas de su conducta. Nosotros carecemos de figuras que nos digan…

E: De modelos.

D: Ejemplos, modelos, ¿viste? Dizzy Gillespie, mi padre, Wayne Shorter, son grandes modelos en mi vida que me dijeron: sé un gran artista, comprometido, estudia, que te vaya bien en lo que haces. Todavía queda una responsabilidad más grande: ¿cómo lo compartes de una manera que tenga un impacto positivo en la comunidad que tú vives, aparte de que la música le llegue a la gente al corazón? Que sean cosas concretas que el artista puede hacer, esa fue una de las interrogantes que me quedaron, después de todas estas experiencias: ¿cómo yo puedo retribuir? Y, una vez que me fui de Panamá, yo me fui con una de las primeras metas, que era: si yo aprendí algo, poder ayudar a mis amigos, hermanos, de Panamá, en ese tiempo y después de Latinoamérica… a seguir adelante, reconociendo que tenemos muchos problemas de acceso a la educación, a la buena educación musical.

E: Supongo que ello inspiró a la creación de la Fundación Danilo Pérez.

D: Exactamente. Voy a echar un poquito para atrás. En Panamá, yo crecí en un ambiente de jazz, Panamá tiene una historia de grandes jazzistas, que no es muy conocida. Tiene una historia por el Canal de Panamá, que habla de un grupo de panameños que ya estaban vinculados con el nacimiento del jazz. Por ejemplo, Luis Russell, que fue de Bocas del Toro, fue pianista y director de orquesta del grupo de Louis Armstrong, esa era su orquesta a la cual Louis Armstrong se unió. Yo aprendí eso tocando con Roy Haynes, el gran baterista de jazz, que es de Boston. Roy Haynes me dijo: “Te apuesto a que tú no sabes quién me dio mi primer trabajo en Nueva York?”, yo le dije “¿quién?”, “un panameño… yo sabía que no sabías, Luis Rusell”, me dijo. Entonces, te pones a pensar wow que un panameño le haya dado la mano a una de las leyendas del jazz. Te da un orgullo, para los latinoamericanos estas son noticias importantes.

De ahí en adelante, conocí el tema de Sonny Clark… es el pianista que acompaña a Billie Holiday en uno de los temas más controversiales, uno que se llama “Strange Fruit”, “Fruta extraña”, una canción considerada la mera denuncia del racismo en Estados Unidos, es una letra muy profunda y ahí en el piano era un panameño, ¿viste? Después, Billy Cobham en el tema de [jazz] fusión, en la batería. Así hay muchos referentes. Para mí, reconocer el vínculo con el jazz, utilizar el jazz como la base fundamental, del mensaje que la vida me ha presentado, es el medio para contar mi historia.

Entonces, las referencias de mentores unidas a las necesidades de mi país… En el 89, con la invasión de Estados Unidos a Panamá, básicamente Panamá queda sin toda esta escena de jazz que teníamos. El primer concierto de jazz después de la invasión, yo lo hice, imagínate. Iba a presentar mi grupo a Panamá el 22 de diciembre, traje mi trío, era mi debut en Panamá después de haber estado en EU. El 20 de diciembre EU va a Panamá, así que se cancela el concierto. Entonces yo llamo a mi amigo, que era el promotor; le dije: “mira, si vamos a morir, yo quiero morir tocando música, yo siento que necesito tocar”. Hicimos el concierto en un club privado, Estefanía. Ciento y pico de personas unidas, otros en contra, otros a favor de la invasión, muy denso el ambiente, mucha tristeza. Yo toqué por tres horas y en ese momento no hubo ninguna pelea, ninguna discordia. Esa fue la tilde, ¿viste? Que me dijo: wow, la música verdaderamente invalida hasta estos sentimientos de rabia que tengas y es transformadora y terapéutica.

 

Dizzy Gillespie y Danilo Pérez. Foto: Dany Gignoux.

 

E: ¡Qué historia!

D: Eso está pesado, ¿verdad? Y estas experiencias siempre quedan para mí como yo quería que otra gente también las experimentara. Por eso me dediqué a trabajar proyectos en Panamá con muchachos jóvenes, yo dando clases una vez al año, me comprometí cuatro días, cinco días, dándolos de gratis. Después, viajando con Dizzy Gillespie, fuimos a San Sebastián, en España, vimos una situación específica: cómo ese lugar se transformaba en turismo cultural importante en Europa, se desarrollaba en un segundo por el festival de jazz. Yo tuve como una especie de déjà vu, sueño. Pensé: me encantaría tener esto en Panamá, que Panamá se transformara en una capital cultural, aunque sea una semana, un día. Ya en el 2003, pasando la experiencia con Wayne, decido hacer el festival con el apoyo de mi esposa, Patricia Zárate, fue una locura porque estaba embarazada. Teníamos sólo un apoyo de la alcaldía, todo se fue. Imagínate poner un festival sin recursos, casi nos vamos a la quiebra. Yo llamé a mis amistades en Panamá, ellos ya sabían por muchos años lo que yo estaba tratando de llevar a mi país; y recibí apoyo, me llevaron hasta a programas de televisión donde tenías que cocinar en vivo para promover los tiquetes, de que no quedáramos avasallados; pero se hizo, se pudo proteger por lo menos que no hubiera una experiencia de una vez nada más.

Después, yo reconozco muy claramente que nosotros no estábamos buscando tener beneficios comerciales, sino la formalidad de una idea de compartir educación en mi país para que creciera el ambiente y que mis colegas pudieran estar al nivel, competir por audiciones y tener oportunidades a nivel mundial. Entonces, se crea la Fundación y tiene como objetivo principal, a través de la música, no sólo que tú te desarrolles como gran músico, pero también que te desarrolles integralmente como ser humano, para que seas una persona productiva en la sociedad, y que tratemos de romper con estos círculos de pobreza y de desigualdad que tenemos en el mundo. Te puedo decir que lo hemos logrado. Pudimos educarlos, prepararlos, de barrios con limitaciones, pero ¡vaya! increíbles personas con grandes sueños… y pudimos darles oportunidades para que pudieran competir a nivel internacional en las audiciones del festival de jazz… ahí entra Berklee y empieza a haber una cadena.

Hoy en día me siento muy orgulloso, porque en medio de esta pandemia que estamos viviendo, muchos de ellos han mantenido su compromiso con la educación, con seguir adelante esta idea y han podido crear nuevas fuentes de ingreso. Es un orgullo total, me doy cuenta de que sí funciona.

 

Danilo Pérez, activista social. Foto: Luis Cantillo.

 

E: Tu padre tuvo que ver con tu proceso creativo, empezaste a los 2, 3 años… ¿Cómo explicarías tú que encontraste tu voz propia? Porque te escuchamos y está el sello Danilo Pérez.

D: Wow, gracias por ese comentario, Estefanía. Yo pienso que yo sigo mi proceso desde que estaba pequeño. Por ejemplo, una de las visiones que tuve… uno se puede sentar en un lugar que se llama Amador, en Panamá, y ver el Puente de las Américas, y también el Canal de Panamá. Una vez vi cómo pasaron barcos de diferentes partes del mundo, y lo que me vino a la mente fue: ¿cómo sonaría una música que tuviera este mensaje? Este mensaje tan lindo, una plataforma abierta, donde puedes convivir, y pasar, transitar diferentes culturas. Yo quiero que mi música suene así, yo quiero que mis discursos musicales abran plataformas de comunicación, no que las cierren. Desde esa perspectiva siempre me he planteado, buscando los balances entre lo que somos, lo folclórico, el lenguaje de donde venimos, pero también creando espacios como vínculos, para propuestas nuevas.

La vida me ha dado la oportunidad de tener experiencia desde tocar música salsa, pop, tango, brasileño; trabajé en todo, toqué hasta acordeón… hasta trabajar con cantantes de jazz, Dizzy Gillespie, todas experiencias para mí siempre buscando un sonido de lo que yo estoy empezando a llamar Global Jazz. Me encanta que cuando yo oigo a Thelonius Monk, como que lo reconozco de una, eso es maravilloso, una conexión ancestral; pero también me gusta el lirismo de Chopin, el lirismo de Keith Jarrett. Quisiera trabajar esos dos elementos para ver qué sale a través de una voz… una inquietud latinoamericana, si hay una forma orgánica de que pudiéramos hablar los lenguajes de la improvisación, que nosotros los tenemos también en nuestra cultura, y desde ahí parte esta perspectiva de lo que yo estoy ahora llamando Global Jazz.

Estoy trabajando, casualmente, una definición de lo que es Global Jazz, que sea profundizado con la creación del Berklee Global Jazz Institute. Básicamente, Global Jazz para mí, es la música inclusiva y acogedora de todas las nacionalidades, instrumentos indígenas, música folclórica, diversidad de géneros combinados con el jazz, como nuestra base de fundamento, donde se crea un lenguaje que promueve música con ese puente virtual –¿viste esa imagen del Puente de las Américas? –entre personas y cultura. Esa es la música que yo quiero hacer. Nosotros como latinoamericanos tenemos variaciones de tantas perspectivas, tan bellas, como decía Dizzy Gillespie: “ustedes son el futuro de esta música porque mantienen las tradiciones vivas, culturales, la relación del baile, el canto, los instrumentos”.

E: A mí me parece fantástico que le pongas un nombre. Me fascina cómo te escucho, a veces hay algo de free jazz, luego hay algo latino u otros géneros… pero todo es justamente orgánico, lo haces sonar como algo más que esas divisiones.

D: [Levantó los brazos en señal de éxito] El Global Jazz, muchas personas le tenían miedo a esa palabra. Con el Global Jazz, yo lo veo más como una plataforma de trabajo, esta función virtual del puente en que yo crecí. Encontrar el blues es importante, no viene de una fusión, viene de una comprensión de que cada cultura tiene su blues, y así lo enseñamos en el Berklee Global Jazz Institute. La visión del instituto es desarrollar al músico de jazz del Nuevo Mundo, que pueda entender que su talento refleja que tiene una responsabilidad con la sociedad, que sea sensible, que tenga respeto y que vea la importancia cultural e histórica.

El blues fue creado por los afroamericanos estadounidenses, pero sus valores y concepto se interconectan con otras culturas en términos de consciencia. El blues es una música que desarrolló elementos sonoros propios del entorno social y cultural desde los tiempos de la esclavitud y estos elementos también están muy presentes en otras músicas con marcada herencia afro. Tenemos un currículum que hemos desarrollado en el instituto, donde es esencial el aprendizaje interconectado; no es sólo estudiar música, se estudia el activismo social, la educación a través del conocimiento y aprendizaje experiencial. En el blues es muy importante contar las historias… una cosa muy importante en el instituto es que el estudiante comienza un proceso de crecimiento musical, pero a la vez del conocimiento de su persona: cómo habla, cómo se mueve, cómo baila, cómo se relaciona y entra en contacto muy temprano con la forma de decir lo que va a lograr.

E: ¿Tú te consideras mejor compositor o improvisador?

D: Es una buena pregunta, fíjate. Antes de la experiencia con Wayne, yo había tocado, improvisado con mucha gente, pero nunca había tenido la experiencia de estar tan aterrorizado cuando estaba improvisando. Te voy a decir por qué: cuando yo tocaba, improvisaba las cosas con libertad, yo sabía que iban a ser libres, ¿viste? Entonces, no me daba miedo improvisar sobre formas armónicas que existían, lo que me daba miedo era no saber por dónde iba a empezar el concierto y por dónde iba a terminar. No saber qué canción vamos a tocar ni sobre qué. El primer día de la prueba de sonido con Wayne, él trae toda esta música, todos estos libros. Pasaron como 40 minutos, él estaba intentando sacarle sonido al saxofón, que tenía rato que no tocaba. Y yo le pregunto: “maestro, ¿con qué pieza vamos a empezar?”. Y él me dice… “Danilo, no se puede ensayar lo desconocido”. Entonces yo dije: ay, mi madre, ¿qué es esto?

Mira lo que me vino por la mente cuando yo entré a ese escenario. Brian y yo teníamos esta cara de terror, Wayne tenía esta mirada misteriosa que siempre tiene. Lo que yo me acuerdo es que cuando él empezó a tocar le hizo: huí huí huí… esa cosa me recordó al Chapulín Colorado, ¡síganme los buenos! Eso fue como lo que vi que hizo, nunca se me olvidó. Así fue. Yo terminé agotado, no sabía qué estaba pasando. Parecía una clase de solfeo y dictado, nos estábamos correteando el uno al otro, ¿qué pasa? Yo sin ningún parámetro, nada de lo que yo había estudiado… Y al día siguiente había 2500 personas y 2000 se fueron o más, quedaron como 100 personas que eran fanáticos. Y él decía: “eso a mí no me preocupa, porque así nos pasaba con Miles Davis. Yo creo que cuando la gente no aplaude ellos están cuestionando lo que están oyendo y están tratando de responder”. Yo dije: “wow, perfecto, está bien”.

Desde ahí parte una enseñanza. Desde el temor se empieza a tener otro crecimiento que yo no había experimentado. Entrar al escenario aterrado por no saber lo que va a pasar, ni en qué tono, ni qué ritmo, y empiezas, básicamente, a ser vulnerable, tienes que pensar en el común de los que están ahí, trabajar en equipo, empiezas a trabajar, a conectar valores. Entre más pensaba, menos efectivo era mi discurso, me desconectaba. Hasta que un día le pregunté: maestro, yo no sé si estamos bien en el tono, los acordes que estoy oyendo, no sé si estoy…”. Nunca habla de música, nunca hablamos de música, se sacaron todos esos parámetros de estar criticando, tratando de hacer algo mejor, nada de eso.

Hace poco tuvimos un encuentro después de 20 años de estar juntos ahora en el Día Internacional del Jazz. Si vieras la apreciación de él, él sentía que todos éramos líderes, que estábamos listos, que él no tenía que decir nada. Así mismo era con el Quinteto de Miles, nadie decía nada. Y yo le decía: “wow, me hubiera dicho eso porque las primeras miradas que usted me daba me aterrorizaban más todavía”. No había ninguna reacción de nada, no podía obtener nada, no sentía la energía de “hey, vas por buen camino”. Un día le pregunté qué pensaba. Me dijo: “tienes que ver una película que se llama Event Horizon, con Laurence Fishburne”. Es una película bien oscura. Después del concierto, íbamos para Dinamarca, yo me veo la película como a las 2 de la mañana. Ya tenía fama conmigo de mandarme películas que no eran increíbles, pero siempre había un mensaje. En la película hay una figura diabólica entre el bien y el mal apoderándose de la nave espacial; en medio de la película, que nadie esperaba, sale, en contraste, un afroamericano. ¿Qué está pasando? What is this? ¡Jajá! Ese era yo preguntándome: ¿en dónde estamos? ¿en qué tono estamos? ¿en qué ritmo vamos? Esta es la escena y yo estoy piensa y piensa. El tipo saca uno de los cordones, le funciona el jacket, le regresa esta confianza porque lo regresa al cohete y cuando lo regresa, él desde muy adentro grita: Here I come, mother fuckers! El próximo día, estábamos tocando y yo ya traía la lección: tengo que salir de aquí adentro, tengo que romper con ese miedo. Y cuando vuelve misma la etapa esta, que estoy dudando, me estoy poniendo más nervioso, el me está mirando así con esa cara, no sé para dónde vamos, tratando de hacer lo mejor que podía. Lo miro y al frente mío hay un carrusel de caballos, entonces me desconecto y miro los caballos; en medio de lo que estaba tocando, yo traté de poner la mano donde fuera, y traté de hacer como los caballos [con el instrumento]… y Wayne Shorter como que toma vida y me dice: “¡así es como es, así mismo es la cosa!”. Dice: “¡Caballos… ya sé!”.

 

El Wayne Shorter Quartet. Foto: Erica Gannett.

 

E: ¡Qué historia!

D: Mi lección fue: así es cuando te desconectas de lo que tú crees es música. Te desconectas con las imágenes, buscas contacto con algo desconocido… vas por buen camino. Eso fue lo que yo sentí ese día. De ahí en adelante yo empecé a practicar con esa consciencia. Toda la rutina que había yo tenido de música clásica desde pequeño, de cuando estudié en Berklee, todo lo que había estudiado tenía que romperla, cambiarla. Me empecé a crear todo otro tipo de estructuras de práctica. Por ejemplo, una cosa que hice como práctica por tres meses –porque él hacía cosas cuando íbamos al escenario, como chanchan chanchan chanchan chi ca chin, tú ves los conciertos y él no se está moviendo, pero internamente hay todos estos movimientos. Es como los actores maravillosos–. Y, de esto, yo me tomé Tom and Jerry en esa manera. Me tomé una serie de cómicas de Tom and Jerry y con eso practiqué todos los días… eso empezó a generar otra experiencia para mí. Wayne nos enseñaba a ser impredecibles, yo entendí que tocar con la cómica me ayudó a generar este tipo de ideas no comunes, abriendo otro horizonte entre la música y la imagen. Me ayudó a prepararme a crear una nueva práctica ante ese reto.

E: Wow.

D: En términos de composición a esa experiencia yo le puse la palabra Comprovisación, que es la mezcla de composición con improvisación, ¿viste? Es claro. Yo la afino como una experiencia bastante parecida. Lo que pasa es que en la composición que tú me preguntaste, como la conocemos, yo tengo la oportunidad de con el lápiz y el borrador borrar lo que no me guste, mientras, en la experiencia de improvisador el borrador son las personas. Esa es mi deducción.

E: No me esperaba esta explicación. Me han dicho muchas cosas, pero esto es definitivamente de lo más interesante.

D: Es eso. Si, por ejemplo, no nos gusta perdernos en los cambios armónicos porque sientes que eres un fracasado, si te pones ese exceso de equipaje es muy difícil. Con muchas personas que entran a la tarima tampoco entendiendo lo que estamos haciendo, se avienta uno una serie de responsabilidades que no te dejan crear y no te dejan ser vulnerable. Ese fue el primer aprendizaje: vulnerabilidad ante todo, que el proceso que estás haciendo no determine el artista que eres, tener coraje, ser de ejemplo que nadie es perfecto delante todo el mundo, crear de esa una experiencia terapéutica.

Lo que Wayne nos estaba enseñando es que, si te vas a esos lugares inesperados, la magia que puede producir es terapéutica. Y el proceso es inclusivo. “¿Cómo lo hicieron?”, las personas, al hacerse esas preguntas, Wayne nos enseñó, son parte de ese proceso. No es uno, es todo. Y uno se convierte como canalizador de estas energías. Cuando uno toca esos puntos de convergencia, se toca algo mágico con la gente; no estoy diciendo solamente los artistas… ¡el público! ¡las sillas! ¡el piano que se ha tocado! ¡el escenario! ¡Convergen! Y pasa algo místico.

 

Danilo Pérez. Foto: John Abbott.

 

E: Danilo… estos tiempos son raros. El Covid trae nuevas dinámicas de cómo vamos a presentar la música. ¿Cuál es tu perspectiva de este futuro?

D: Yo he estado pensando bastante estas ideas de volver donde estábamos. Yo, personalmente, no quiero, porque donde estábamos nos ha llevado a donde estamos.

Primero que todo, yo quiero mandar un mensaje de agradecimiento a todos los artistas que están trabajando duro en estos momentos, para fortalecer a las comunidades a través de su arte. Me siento orgulloso de ser parte de esta familia, es un momento en que millones están estadísticamente separados, ¿sabes? El arte se potencia y nos une, la cultura nos conecta. Lo que está pasando ahora mismo, como artistas debemos cuestionar y dar un giro a todo este tema: estas cosas, ¿cómo se venden? ¿quién las vende? Los medios, la manera que el arte llega a las masas. Es un tiempo que debemos buscar alternativas nuevas que rompan con este capitalismo, esta forma de vender las cosas y retomar el poder curativo de la música y las artes, darle prioridad. Buscar nuevos modelos donde el artista tenga más control de lo que se vende y no se vende. Nosotros, como educadores, tenemos que jugar un papel crucial para nutrir a las nuevas generaciones, inspirarlos para utilizar la música como herramienta de mejoramiento de su entorno, devolver esta conexión chamanística, este es el momento. Hay valores que no se pueden cuantificar, pero los sentimos, en medio de esta soledad, de la reflexión que estamos haciendo.

Los educadores tenemos que reconocer que muchas de las prácticas pedagógicas no han sido buenas, tenemos que hacer cambios. El educador ha jugado un papel importante en perpetuar el racismo en la sociedad aquí en Estados Unidos y tiene que examinar lo que se enseña, lo que es válido, lo que es vital; debe jugar un papel central en el cambio, como dice Angela Davis, no sólo decir que no eres racista, sino ser antirracista, y su práctica pedagógica debe decirlo. Igual en los temas de migración, de cambio climático. Que el mensaje sea dirigido a los cambios fundamentales que necesitamos como sociedad. El artista tiene un espacio no amenazante, un espacio que podemos crear: no amenazante es un concierto; son esos momentos que van a ir reemplazando estos tiempos. El amor se va a contar, porque tiene que venir del amor el cambio. El artista va a tener algo más directo, hay que hacerlo sin miedo, prepararse, estudiar y hacerle frente a este momento. Yo me siento súper optimista trabajando con esta nueva generación en Panamá, en el Berklee Global Jazz Institute, en muchos otros países, porque veo cómo los jóvenes crean redes masivas, globales, que están denunciando todos estos temas. Algo va a pasar, esto es nuevo, esta llamada para la acción global va a tener una consecuencia. Esto no ha pasado en la historia.

E: Devolviéndome a ese concierto con Dizzy Gillespie, te juro que me cambió la vida. Gracias a Bop Spots, yo he platicado con Paquito D’Rivera, Arturo Sandoval, Steve Turre. Te puedo preguntar, ¿qué sentiste en aquel momento colaborando con ellos? Tú eras muy joven… y, ¿cómo te sientes ahora, en retrospectiva? Considerando no sólo la música, sino que tú has dado continuidad a este mensaje político y social que tanto proyectó Dizzy, así como muchos otros que le acompañaron.

D: Yo vivo con un sentimiento de gratitud por esa experiencia. Obviamente, a medida que va pasando el tiempo; especialmente en estos momentos que estamos viviendo, hay tanto tiempo ahora para reflexionar de tu vida, de cosas que has hecho. Ahora, me han tocado momentos muy específicos: la primera vez que recibí la noticia no podía creerlo. Yo iba a participar en la competencia de piano de Thelonius Monk y recibo la noticia que me llama Dizzy Gillespie. Esta recomendación que dio Paquito, que dio Claudio Roditi, Slide Hampton también. Ahora siento escalofrío, en aquel momento yo estaba nervioso, no lo podía creer. Sí, increíble.

Me acuerdo que estaba en un momento de mi identidad como músico, como joven, de conflicto. Estaba en esos momentos en que la música te dice: “ah qué bien, te lo mereces…”. Pero tenía esta otra voz que me decía: “¿qué vas a hacer con todas estas experiencias? ¿qué tienes en mente? ¿dónde están todas esas promesas que hiciste?”. Y yo creo que esa experiencia para mí la puse en un contexto de reflexión, yo me sentí con responsabilidad. Obviamente el gran orgullo, pero fue más bien un peso en mi espalda, porque Dizzy Gillespie, desde muchas formas –yo tuve mucha interacción con él, hablaba mucho con él–, él como que nos transmitió y nos hizo ser parte no sólo de un movimiento musical, sino que nos abrió las puertas para conectar y transformar otras vidas. No sólo la idea de tocar, sino de unir al prójimo, unir culturas. Su música tenía otro propósito, eso nos lo transmitió mucho. Muchas cosas que estoy haciendo tienen base en esa experiencia. Ver al mundo unido a través de la música, esa fue una de las grandes motivaciones, sueños que él tuvo.

Cuando yo veo y reviso, después, que yo siga cumpliendo esta promesa en el hoy, voy a sentir que estoy haciendo justicia a esa oportunidad que se me dio en ese momento.

E: Por supuesto que lo estás haciendo. Para mí es un orgullo tener esta conversación contigo, es tan inspiradora como tu música. Danilo, yo me he acercado al final, ¿hay algo que te gustaría agregar?

D: Quisiera transmitir una de las grandes enseñanzas de la escuela del maestro y mentor Wayne Shorter. Él nos enseñó la belleza de no tener miedo, de mantener contacto con tu pensamiento de infancia, de ser vulnerable, de aprovechar todo tipo de oportunidades, crear oportunidades, y ver, en cada interacción musical que tengas, la oportunidad de crecer como ser humano. Ese es un camino, es algo positivo en la vida, que puedas reconocer que de donde tú estás tocando hay un proceso de restauración humana; no sólo es tocar música, es restaurarse como ser humano, donde podamos encontrar oportunidades positivas de crecimiento. Que seamos el ejemplo que la sociedad necesita, los guardianes del proceso creativo.

Podemos seguir esta lucha, yo creo que está dura la batalla, pero yo creo que mientras más artistas se unan a este esfuerzo, el proceso de transformarse a través de lo que uno hace, de saber que como artista tiene uno esta cercanía; seguir trabajando estos temas de esperanza, amor, cariño… por medio del amor no vamos a perder o va a ser difícil. La idea de mantener el concepto de unión, comunidades, la importancia de la familia ante esta crisis, es más relevante que nunca.

E: Estoy completamente de acuerdo.

 

Danilo trabaja su nuevo proyecto, la banda Global Messengers, que integra músicos de Grecia, Palestina y otros países. Esperamos su nuevo disco para el 2021. Foto: Luis Cantillo.