Por: Estefanía Romero
Stephen Hawking define a la inteligencia como la capacidad de adaptarse al cambio. Ver el RMJZ a través de la televisión fue una experiencia que nunca antes imaginé vivir. Mi primera impresión fue: ¡fantástico! ¡lo están haciendo!
Entonces decidí escuchar con atención los tres días de festival en dos shots de atención ininterrumpida. ¿Resultados? ¿Impresiones? Se los cuento a través de una serie de críticas que decidí realizar por partes. Para irnos puntualmente a los temas musicales, le ofrezco los siguientes artículos:
Los aperitivos del RMJF: una oportunidad para el jazz nacional
La relación parasitaria de Steffie Belt y el Riviera Maya Jazz Festival
Diego Maroto en el RMJF: Entre lo bien logrado y otros paradigmas
Memo Ruiz en el RMJF: Cómo se cae o se levanta un concierto por un elemento
Mirna Marroquín: Caricatura de una cantante
Y en cuanto a observaciones generales, les comparto estas notas…
Pros:
El festival persiste y se adapta a los cambios sociales, lo cual le da amplias posibilidades de permanecer vivo por más tiempo.
Todos los que contemos con Internet y YouTube podemos acceder al festival, desde la comodidad de nuestras casas.
Podemos dar seguimiento a los temas, compositores y nombres de proyectos, pues vienen incluidos en los títulos de cada exposición musical.
El lector podrá complementar mis comentarios críticos, con la simple visita del festival a través de su computadora.
Contras:
La vivencia presencial de un concierto es incomparable.
El formato virtual permitió al Festival hacer diversos clips sobre sus logros, lo cual, en primera instancia podría considerarse como algo positivo. No obstante, me parece abrumador el oxímoron entre la falta de cuidado en la curaduría de esta edición y la autocomplacencia que expresan los mismos involucrados en la organización. Simplemente no coinciden los adjetivos con mucho de lo que se escuchó esta ocasión.
Promover a Vivaerobus en los comerciales del concierto, así como la permisibilidad de los viajes (a través de la misma página oficial del Festival), a sabiendas de una crisis de salud a nivel mundial, es tanto una falta ética, como una contradicción: ¿por qué hacer un festival virtual que, al mismo tiempo, vende la idea de que viajar en tiempos de pandemia es normal?
Al festival le urge una mejora en su programación. Quizás crear un consejo de expertos sirva para lograr el cometido.
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Recuerdo a mi lector que el objetivo de mis palabras es crear un diálogo, expresar mis aplausos y preocupaciones sobre un festival que tanto respeto, así como plantear formas de evaluar qué tanto vale la inversión, tanto monetaria como de tiempo, de sus organizadores, en función de sus objetivos y los verdaderos alcances. Ahora, si bien el RMJF es siempre gratuito (lo cual es, por supuesto, un fruto que debe reconocerse), también debería considerar que el público invierte su tiempo en ir a consumir productos musicales de los que ya se espera un nivel. Todos añoramos este momento del año.
Por lo tanto, el RMJF tiene en sus manos la responsabilidad de mostrar en sus escenarios a los mejores artistas (en México sobran); y, de tal modo, poner en manos de la audiencia las verdaderas y grandes motivaciones para acercarse y abrazar una música tan bella como el jazz. No sé a qué se debe la crisis en las decisiones del RMJF 2020, pero creo en él y espero que mis comentarios sirvan para que abra los ojos y se esfuerce como debería. Tal empeño sería un verdadero homenaje a Fernando Toussaint.