¿Incluir ética y feminismo en la crítica de jazz? Entrevista con el experto: Ajay Heble

Por: Estefanía Romero

La música puede ser aún más fascinante cuando entendemos lo que hay detrás de ella… los humanos que vibran por detrás de sí. Es por ello que buscamos y analizamos los descubrimientos e ideas de quienes han dedicado su vida a comprender tanto el arte de combinar sonidos, como los vínculos entre la música, los derechos humanos y las luchas sociales.

Queridos lectores, bienvenidos a esta entrevista con el Dr. Ajay Heble, autor y editor de varios libros, director del Instituto Internacional de Estudios Críticos e Improvisación (IICSI, por sus siglas en inglés); así como fundador y director artístico (de 1994 al 2016) del Festival y Coloquio de Jazz de Guelph, entre otros varios títulos que hacen de Heble un personaje fundamental del mundo del jazz y la improvisación.

¡Vamos a conocerlo!

 

Dr. Ajay Heble. Cortesía del Dr. Ajay Heble.

*En portada: Miles away… El trompetista en 1977. Foto de: Don Hunstein/PR.
Recuperada desde: https://www.theguardian.com/music/2012/jan/03/don-cheadle-miles-davis-movie 

 

E: Dr. Heble, usted creó el Instituto Internacional de Estudios Críticos e Improvisación, ¿por qué es importante tener una organización como esa?

A: Porque la improvisación, por muchos años, ha sido menospreciada e incomprendida en el contexto de los programas educativos y pedagógicos, pero más en la comprensión del público, donde existe una tendencia a pensar que la improvisación no es importante o que ya se ha extinguido. Desde mis estudios sobre el tema, de casi 20 años, quiero cambiar ese discurso y esa forma de pensar.

Parte de mi objetivo al fundar el instituto es crear consciencia sobre la importancia de la improvisación, no sólo como práctica musical o artística, sino más ampliamente, como una práctica social.

La improvisación tiene algo que enseñarnos sobre cómo nos llevamos en nuestras interacciones diarias, cómo nos llevamos en una sociedad globalizada; los tipos de interacciones sociales que ocurren cuando los músicos improvisan pueden ser un modelo muy poderoso para estructuras más amplias de cooperación y comprensión social.

Antes, la improvisación no era favorable en términos de patrocinio. Si tú eras un artista improvisador e intentabas buscar apoyo, era muy difícil; mientras que como compositor sí había dinero para ti. Esas cosas nos llevaron a mí y a mis colegas a crear el Instituto, en aquellos tiempos (1994). Las cosas han cambiado, hemos visto más reconocimiento a la improvisación y hay cada vez más eventos donde la incluyen: exhibiciones, eventos de arte, todo el mundo se está enfocando en la improvisación.

 

E: Has mencionado que existe un gran abismo entre la academia y la realidad. ¿Qué podemos hacer para conectar esos mundos?

A: Esa es una enorme pregunta. Creo que es relevante para mí y no sólo el trabajo que hago con el jazz, sino también lo que hago con derechos humanos, educación y la pedagogía basada en la comunidad.

Uno de mis libros recientes, Classroom Action, no es específicamente sobre jazz e improvisación, aunque estos vienen incluidos. Es sobre la educación basada en la comunidad, e intentar crear un vínculo entre el trabajo y las luchas de la arena pública. Es sobre pensar la pedagogía: ¿qué enseñamos? ¿por qué enseñamos? Con el punto de señalar que lo que enseñamos en la academia debe estar relacionado con las luchas sociales: luchas por derechos humanos, democracia, igualdad, inclusión, libertad…

En mis cursos en la Universidad de Guelph, reto a mis estudiantes a aprender y activar su conocimiento al trabajar con las comunidades donde viven. Muchos de esos proyectos viven más allá de las clases y tienen un impacto real.

Con el jazz también es cierto. Existe una brecha. Cuando el jazz se enseña, es enseñado como una forma musical de arte, no como una forma social. Hay una tendencia a negar o minimizar el impacto social de la música. Aun así, como Archie Shepp y muchos otros nos han enseñado a través de los años, la música está vitalmente conectada a las luchas sociales, derechos humanos y a la justicia social.

 

E: Dinos más sobre tu vida. ¿Qué te hizo escribir sobre música?

A: Crecí en un ambiente musical, en Toronto. Mi padre era un matemático, pero fue un apasionado avocado a la música, toda la música en sí misma. Era un músico clásico hindú, tocó la sitara y fue un vocalista entrenado en muchos estilos clásicos de la India. Él escuchaba música y, mientras yo crecía, tuvimos la oportunidad de tener muchos músicos maravillosos. Nunca lo pensé demasiado, era lo normal para mí. Teníamos conciertos en la casa donde famosos tocaban en nuestro sótano. La gran cantante hindú que acaba de fallecer, Lata Mangeshkar, una de las más importantes del mundo, fue a mi casa cuando yo era un niño.

En la preparatoria tuve la oportunidad de estudiar composición con el Dr. Philip McConnell, quien tenía un doctorado en música. Él era nuestro maestro de música y nos enseñó a componer. Fue algo que me abrió mucho los ojos, se sentía como una clase de universidad, donde aprendíamos cosas impresionantes. Me inspiró mucho.

Me involucré con el jazz en mis primeros años de preparatoria. Tocaba en una banda electrónica alternativa, a finales de los años 70. Tocaba con un par de amigos, inspirándonos por la escena de rock alemán, como Can, Tangerine Dream, Neu, y otras. Fue un periodo muy creativo, en retrospectiva. Si notas la música de Can, mucha era improvisada, tan sólo se subían al escenario a tocar.

Eventualmente toqué con otro par de bandas. Una llamada Infinite Limits, que era como de jazz rock; y otra, The Pleasant Guise, que era música improvisada con algunos elementos compuestos. Yo hacía la composición en esos tiempos. La banda incluyó a Richard Underhill, el cual eventualmente fue parte de la famosa banda The Shuffled Demons. Comencé con el mundo electrónico. Nunca toqué jazz tradicional, sino avant-garde y free jazz.

En Toronto me dediqué a reseñar jazz. Iba a muchos conciertos, festivales en todos lados, incluyendo Europa, donde la música me inspiraba mucho. En Toronto me hice editor de The Varsity, el periódico de la Universidad de Toronto.

Eventualmente me moví a Guelph y comencé mi trabajo como profesor de Inglés en 1991. Tres años después comencé el festival de jazz; para este momento puse mucha de mi energía en el jazz. Ese fue mi trabajo voluntario basado en la comunidad. Organizar el festival es un trabajo de tiempo completo.

 

E: ¿Cuáles son tus más grandes aprendizajes como organizador del Guelph Jazz Festival?

Fundé el festival en 1994 con un grupo pequeño de amigos. Serví como director artístico de 1994 al 2016. Probablemente la más grande lección fue sobre persistencia. En los primeros años fue retador porque se trató de un festival de jazz avant-garde y de improvisación, no de jazz tradicional.

Cuando comenzamos a movernos hacia esa dirección, la gente no estaba lista. Tuve que decir: si lo mantenemos, la gente vendrá. Tomó tiempo construir una audiencia local y una internacional. De algunas maneras, la internacional fue más fácil porque esas audiencias (al menos hasta antes de la pandemia) se disponían a viajar largas distancias para escuchar música, especialmente la que no podías oír en otros festivales, la región o el país. Recibíamos gente de América Latina, Europa, incluso África, como audiencia, no sólo como artistas.

Tomó tiempo construir una audiencia local, pero creo que lo logramos. Tomó años, pero eventualmente la gente se enganchó y se sintieron orgullosos de esto. Entendieron que el festival era atractivo para públicos de todo el mundo. Y… ¡oh! ¡los hoteles están llenos este fin de semana! ¡oh, tenemos una reseña en The Global Mail! (el periódico nacional de Canadá). ¡Oh! Publicaciones internacionales, como Down Beat. Una vez que esto empezó a suceder, la gente lo notó a nivel local. Persistencia es la lección clave para mí.

Crear el IICSI, crear el campo, fue la manera en que hicimos sostenible el Festival.

 

Eccodek en vivo, en el Festival de Jazz de Guelph. Tomada desde: https://www.youtube.com/watch?v=vESe-dEhytI

 

E: Propones un nuevo modelo para la crítica de jazz, en el que hablas sobre la importancia de agregar la ética y el feminismo. ¿Por qué?

A: Tenemos que. Escribí un capítulo sobre las mujeres y el jazz en mi libro Landing on the Right Note. Coescribí un capítulo con Gillian Siddall hace 20 años. Hace dos años me pregunté si las cosas han cambiado y parece que sí. Tienes razón al sugerir que hay una especie de nuevo modelo para escribir, que hay que nutrir y apoyar.

Ingrid Monson indica que las cosas están cambiando. Todavía hay trabajo que hacer; pero si ves alrededor los escenarios ya son muy diferentes. En Canadá estamos prestando atención a esos asuntos, hay muchas mujeres dirigiendo festivales, siendo presentadoras de arte, encargadas de toma de decisiones. Hay esperanza. El cambio vendrá.

 

E: ¿Qué hace a un buen crítico de jazz?

A: Me haces pensar ¿quiénes son los críticos y escritores que aprecio? La primera persona que me viene a la mente es Nate Chinen, crítico de jazz del New York Times. Tiene un libro relativamente reciente, Playing Changes, muy bueno. Él puede escribir sobre música, sobre qué la hace irresistible, pero puede poner esa apreciación musical dentro de un contexto cultural y social, de una manera perspicaz. Entonces no se trata sólo de la música. Mucha gente puede escribir de manera efectiva sobre un concierto, lo que ve en el concierto, en una grabación; pero encontrar un lugar con contextos sociales, culturales, institucionales, para mí es lo que llega a ser más interesante y enriquecedor. Alguien como Nate Chinen tiene esa capacidad, y también puede apelar a una audiencia amplia, tiene una voz al escribir que es atractiva. Se trata de la voz: ¿quién eres cuando hablas? ¿para quién estás hablando?

 

E: Tomas el comportamiento negativo de Miles Davis hacia las mujeres como un ejemplo en que la ética y el feminismo deben ser considerados por los críticos. Pero, ¿acaso no existe la posibilidad de que eso alcance la cultura de la cancelación?

A: Es una gran pregunta. No tengo la respuesta. Miles Davis es complicado, como es el caso de Charles Gayle, porque sus vidas fueron muy difíciles y hubo muchos asuntos sobre la raza, las vidas que les tocaron deben tomarse en cuenta; no quiero decir que estas justifiquen algo, pero son parte del contexto que necesita comprenderse. Creo que otra cosa sobre Miles Davis es que, hasta cierto punto, sería posible escuchar su música sin saber sobre estos asuntos, si no sigues ese tipo de crítica, si no lees su autobiografía y demás, pueden tan sólo escuchar sus discos, la música. No digo que se deba hacer eso, pero es posible para algunas personas. Con alguien como Charles Gayle no puedes hacer eso porque él insiste en que sus ideas sean parte de su música, no puedes separar la homosexualidad de sus shows.

Miles Davis… ¿cómo puede una persona hacer música maravillosa y vivir una vida tan terrible? Tienes razón al decir que habrá gente que quiera boicotear a Miles y la música que él hizo. No sé si hay gente que haya expresado algo así.

 

E: Probablemente la respuesta es tan sólo crear una conversación al respecto. Yo he decidido siempre separar a la persona del artista; pero, por ejemplo, ¿qué pasaría si yo escribo sobre la historia del jazz en mi país y sé que alguien muy famoso ha robado dinero de sus músicos? ¿debo darle un lugar a ese personaje o no?

A: Tal vez estás en lo correcto al decir que debemos abrir una conversación, porque cada contexto será diferente. Debemos considerar muchos factores antes de tomar una decisión sobre cómo reaccionaremos.

E: You have published 14 books, where should we start getting in touch with your work?

El único que se ha traducido al español, hasta ahora, es Landing on the Wrong Note. Yo sugeriría el libro que coedité con Daniel Fischlin, The Other Side of Nowhere: Jazz, Improvisation, and Communities in Dialogue; es específicamente sobre jazz e improvisación y su relación con asuntos más amplios; es una colección, pero la introducción que Daniel y yo escribimos es base de mucho trabajo que hicimos después sobre improvisación. Es la anticipación de un libro más reciente que escribí con Daniel y George Lipsitz, llamado The Fierce Urgency of Now, título tomado del Dr. Martin Luther King. Es sobre improvisación y derechos humanos.

Después hice dos libros con Daniel sobre música y derechos humanos: Rebel Musics Volumes 1 and 2. También escribí un libro con Rob Wallace, llamado People Get Ready: The Future of Jazz Is Now! (Improvisation, Community, and Social Practice), que le gustará a los lectores y melómanos de jazz. Contiene conversaciones de muchas personas, incluyendo músicos, sobre a dónde se dirige la música. Ese sería un gran punto de partida. Recomiendo ese para los lectores de Bop Spots.