Fuego de jazz moderno a manos de Tim Mayer: “Keeper of the Flame” en vivo

Por: Estefanía Romero

Keeper of the Flame es la nueva producción musical del maestro Tim Mayer, saxofonista, compositor y flautista de Boston, que desde hace años ha figurado como una de las joyas de JazzUV y, por ende, de México, en el jazz.

Con todo el peso del jazz moderno, Tim Mayer presentó un concierto impecable de la obra mencionada. La alineación de artistas en vivo (Andrzej Dechnik, Aldo Rivera, Alex Lozano, Gerardo Villa, José Luis E. Ruiz, Martin Atreyu y Jakub Dedina), fue distinta a la original que hay en el disco que lleva el mismo nombre (Michael Dease, Rodney Whitaker, Ulysses Owens Jr., Jim Alfredson, Miki Hayama, Emmet Cohen, Adam Rongo, Anthony Stanco y Tony Lustig). No obstante, ambos trabajos se sostuvieron en los arreglos de Diego Rivera (sí, como el pintor), y la dirección creativa de Tim Mayer.

 

Andrzej Dechnik (contrabajo), Aldo Rivera (piano), Alex Lozano (batería), Gerardo Villa (trompeta), José Luis E. Ruiz (saxofón), Martin Atreyu (saxofón), Jakub Dedina (trombón), y Tim Mayer (saxofón).

 

Cada episodio del concierto en Jazzatlán narró una historia, lo cual pudimos ver desde la apertura con un arreglo para ensamble grande (octeto) de “Big P”, pieza originalmente compuesta por Jimmy Heath para su hermano Percy, íconos que sobresalieron en la genealogía del jazz durante la época del Modern Jazz Quartet.  

 

Aldo Rivera

 

Se repasaron temas como “Naima”, de John Coltrane, “Passion Dance” de McToy Tyner, y “Turn on the Corner” de Steve Wilson (esta no pertenece al álbum Keeper of the Flame). En ocho instrumentos, el concierto osciló entre bebop, hardbop y, de pilón, la balada “Elusive” de Michael Dease, cuando Tim se pasó a la flauta. Si bien los homenajes fueron emotivos, los momentos épicos del concierto fueron la composición del mismo Mayer “Blue by Four”, dedicada a la relación de las personas con sus mascotas, y su arreglo a “King Cobra” de Herbie Hancock. He notado últimamente que los creativos del jazz trabajan con más pasión y autodeterminación sobre su propia obra, e incluso dan más espacio a que sus ensambles jueguen y comprendan lo que se tiene. Fue evidente que todos tomaron estas piezas con más apertura y comodidad que con el resto.

 

Andrzej Dechnik (contrabajo), Aldo Rivera (piano), Alex Lozano (batería), Gerardo Villa (trompeta), José Luis E. Ruiz (saxofón), Martin Atreyu (saxofón), Jakub Dedina (trombón), y Tim Mayer (saxofón)

 

Clásico de la cultura xalapeña del jazz, es dar un espacio obvio al solista, casi a manera de ritual. En el escenario pequeño del Jazzatlán, los alientos se ponían de cuclillas cuando alguno de la parte posterior debía saltar en su solo. Interesante, porque aparte de que esto emociona, es una forma implícita de crear consciencia en la audiencia sobre lo que está pasando en el concierto. Además, había gritos de fiesta y bailes espontáneos de los músicos, así como una que otra alusión a melodías mexicanas conocidas, una interacción total con la música, entre ellos, y hacia el público. Así, la teatralidad que son capaces de incorporar estos músicos a un concierto, aunque para fines sonoros es totalmente innecesaria, da mucho brillo a la presentación; a final de cuentas, era lo que Dizzy Gillespie hacía cuando demostraba a la audiencia que el bebop también se puede bailar… y que el jazz es una verdadera fiesta.

 

Andrzej Dechnik (contrabajo), Aldo Rivera (piano), Alex Lozano (batería), Gerardo Villa (trompeta), José Luis E. Ruiz (saxofón), Martin Atreyu (saxofón), Jakub Dedina (trombón), y Tim Mayer (saxofón)

 

Lo único que puedo reprochar a la presentación fue la mala definición del sonido del piano, pues (muy independientemente de la alta preparación del pianista), no sé si el instrumento tenía problemas en sí o si la microfonía estaba mal colocada, ya que había notas, sobre todo las graves, que perdían volumen. Ahora que, si bien aplaudo el equilibrio del concierto, pues se permitió que todos los instrumentos fueran protagonistas, así como la repartición de ideas que hizo de un octeto el sonido de una orquesta, debo decir que me hubiera gustado escuchar más expresión, más libertad, menos pulso adherido con insistencia a los arreglos. La personalidad de cada músico pudo aportar una variable mucho más significativa al conjunto, pero todo estaba tan bien trazado, tan delimitado, que le faltó un poco de cafeína al complejo. Aun así, noté que Andrzej Dechnik en el contrabajo imprimió una labor fantástica, no sé si respondiendo al arreglo, o a la manera en que en sí mismo evoca una aguda lucidez por cada nota que da… tal vez fue de todo un poco.

 

Andrzej Dechnik (contrabajo), Alex Lozano (batería) y Tim Mayer (saxofón)

 

En efecto, el maestro Mayer presentó una obra valiosa, interesante, energética, compleja pero con sentido, y dio espacio a jóvenes que mañana serán de los mejores jazzistas que tenemos en México, tanto por mérito propio, como por seguir trabajar tan de cerca a las estrellas que brillan en la meca del jazz actual. ¡Bravo!