Imaginación y pensamiento ante la adversidad motriz: Angélica Alamillo

Por: Diego Salas

La distonía focal, una afección neurológico-motriz que impide mover a voluntad partes específicas del cuerpo, la obligó a reformular su relación con la música a través de su instrumento principal, la guitarra. Por ello, dado que su mano derecha no respondía lo suficiente para generar los sonidos que ella esperaba a través de la ejecución, tuvo que aprender a hacer las primeras pruebas desde la imaginación, antes de correrlas en el formato de los combos donde finalmente habrían de terminar sonando.

Angélica Alamillo (1995) nació y creció en Ciudad Mendoza, Veracruz. Una pequeña ciudad enclavada en la región de las altas montañas, muy cerca de otro importante núcleo económico para el estado, Orizaba. Sin embargo, Ciudad Mendoza ha tenido un desarrollo socioeconómico y cultural relativamente más lento, por lo que las oportunidades de formación y desarrollo en materia artística han resultado siempre limitadas. Fue en este contexto donde creció. Un lugar donde el territorio mismo se imponía con un reto inevitable y frecuente en muchas historias de artistas en América Latina: la escasez de fuentes de formación e información.

 

 

Proveniente de una familia proclive a la bohemia y a la trova cubana, Angélica fue cultivando una relación con la guitarra que, durante su paso por la secundaria, se hizo evidente para sus compañeros y profesores. Fue de hecho ahí donde su profesor de Historia le compartió su primer disco de jazz. Escuchar aquellas piezas, y sobre todo la versión de Miles de “Round Midnight” grabada en 1955, le abrió los ojos ante un mundo que parecía inexpugnable. Supo entonces que eso era lo que quería tocar; pero no sabía cómo, así que pasó un tiempo buscando gente en la ciudad que le pudiera enseñar algo. Un poco de modos griegos, algo de improvisación; sin embargo, la información seguía llegando a cuentagotas y dispersa. Después de algún tiempo, escuchó hablar de Jazz UV. Una escuela que de hecho se dedicaba a enseñar ese tipo de música.

Desde luego, para poder ingresar tuvo que sortear nuevamente otro reto. Las expectativas familiares esperaban de ella una carrera, pero no en artes, sino en otra cosa económicamente más prometedora. Así que se metió a la UV para prepararse como química-farmacobióloga. Una vez instalada en la ciudad, Angélica aprovechó esa coartada para poder estudiar jazz. Primero pasó por cursos preparatorios y luego por la licenciatura. Mientras tanto, crecía en ella la aspiración de llegar a ser una ejecutante de los más altos cotos de la música. Para ello se dispuso a hacer lo que cualquiera con esos anhelos haría, practicar el mayor número de horas diarias con el instrumento. Es así que, durante un periodo de intensa preparación, con 6 horas diarias atada a las cuerdas y el diapasón, surgió la distonía focal. Para sobreponerse, tuvo que desarrollar el finger-picking como técnica principal, pero lo que determinaría un cambio de rumbo en su futuro profesional vendría después. Su relación con la música disoció al instrumento como mediador, y se aproximó a ella directamente desde la abstracción del concepto y la voz. Para componer cantaba y para transcribir también. Ya después la melodía iría dictando la naturaleza armónica de su entorno. Es así como empezó a formular un sistema de composición donde la construcción armónica está determinada por el desarrollo melódico, y la ejecución en su conjunto está sujeta a las condiciones del formato y no de un instrumento en particular. Esta cualidad se manifiesta en su composición “To Chick” (2021), donde el deambular armónico recuerda a la época de transición postbop que mantiene aún un elegante tono de sobriedad musical heredado de la improvisación modal, integrado en un contexto de tensiones armónicas aún más amplio. Aunado a ello, la interacción y desarrollo de los motivos melódicos parece evocar cierta afinidad estética por el fractalismo asociado a las artes visuales.

 

 

Asimismo, el desarrollo intelectual que se vio obligada a fortalecer para comenzar la limitación motriz le permitió replantear nuevas formas de aproximarse a los procesos de enseñanza aprendizaje, lo que le ha permitido ir forjando también una carrera como educadora del jazz para las nuevas generaciones. “Descubrí que la mejor manera que tengo de aprender es enseñando”, me dice mientras da el último sorbo a su café.

Aunque actualmente es escaso el material disponible en internet, pronto se estrenará otra pieza suya para un cuarteto de cuerdas.

 

Aquí algunos links de su trabajo

“To Chick” interpretado por la Xalapa Jazz Orchestra

https://www.youtube.com/watch?v=My2m8oWvK3k

“Changie’s Rythm” interpretado por el cuarteto de Angélica Alamillo

https://www.youtube.com/watch?v=ixpdK1QfLXc

 

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